
El fuego y la palabra (Richard Brooks, 1960)
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Burt Lancaster: ¡Amigo Jim!
Arthur Kennedy: Me parece que le sentaría bien un trago.
Burt Lancaster: ¡Alcohol! Sabe una cosa Jim, tendría que haber una ley contra la bebida.
Arthur Kennedy: Ya existe la prohibición.
Burt Lancaster: Sólo prohibe vender, pero no beber, ¡¡¡Jajajajaja!!
Arthur Kennedy: Amén.
Burt Lancaster: ¡Por las horas felices!
Arthur Kennedy: ¡Por los días felices!
Burt Lancaster: ¡Qué bueno es Dios!... Contemple esto amigo Jim, ¿a qué viene tanta furia?, ¿lo sabe?
Arthur Kennedy: A la plebe no le gusta que sus dioses sean humanos... ¿Le han hecho daño?
Burt Lancaster: No tanto como usted, ja, ja, ja...
Arthur Kennedy: Era mi obligación, ¿qué piensa hacer ahora?
Burt Lancaster: Pues lo de siempre, hoy arriba, mañana abajo. Pecas, te arrepientes. Hacer las cosas lo mejor que pueda y que el señor haga el resto.
Arthur Kennedy: Así que ¿de veras cree en Dios?
Burt Lancaster: Naturalmente. Al hombre le conviene caer de rodillas de vez en cuando. Eso es lo que le impulsa a venir aquí a la gente. Porque están... asustados, o enfermos, porque no tienen dinero, o tienen demasiado, al empezar una guerra o después de ella. Creo que la oración es la medicina más barata. Por eso Sharon les hacía tanto bien.
No sé si es bueno, pero difícil de ver sí es. Aunque bueno, viene, entrega su obra y se va.
ResponderEliminarLo que más me gusta de este blog es el "feedback" que se dice.
No me hagas mucho caso que me acabo de levantar y hace un calor que me habrá afectado...
Un saludo.