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Tras su muerte, Nawal Marwan (Lubna Azabal) deja establecida en su testamento como última voluntad que sus dos hijos, los gemelos Jeanne (Mèlissa Désormeaux-Poulin) y Simon (Maxim Gaudette) busquen al padre que creían muerto y a su otro hermano, del que desconocían su existencia, y les entreguen una carta a cada uno escrita por ella. Jeanne asume la responsabilidad del encargo de su madre y viaja al Oriente medio siguiendo el rastro de su padre, mientras Simon se siente confundido y se desentiende en un principio.
Este es el argumento con que se inicia Incendies, la cuarta película del hasta ahora desconocido realizador canadiense Denis Villeneuve, adaptación libre de la obra de teatro homónima del autor libanés Wadji Mouawad.
Estamos ante un drama familiar de enorme calado dramático cuyo contenido se pasea por las consecuencias de las masacres perpetradas en el Oriente Medio -la película nos traslada a un inconcreto país en los años 60-70- en una época en la que los efectos de las divisiones religiosas y de carácter nacionalista resultaron devastadoras.
El viaje de los 2 hermanos desde el francófono Quebec canadiense hasta la patria materna que es el lugar en el que nacieron, es un itinerario hacia el descubrimiento del horror. La sucesión de pesquisas y acontecimientos crean una conseguida intriga que atrapa. Desde el Norte que representa el Primer Mundo hasta el Sur, el retorno a las raíces representado por el tempestuoso laberinto geopolítico que era -y lo sigue siendo hoy en día- el Oriente Medio en los años 70. Allí comprenderán que las consecuencias de los crímenes son universales y no caducan con el paso del tiempo, y que su particular via crucis es el doloroso precio a pagar para conocer quién era realmente su madre, la mujer que canta, y quienes son ellos y de dónde vienen.
Incendies se estructura a través de la citada investigación sobre la que se introducen saltos temporales para contar en paralelo la historia de Nawal, la madre. Siempre hay un eco entre las 2 líneas narrativas y una continuidad dramática muy bien elaborada por Villeneuve, que consigue que el espectador nunca sepa más de lo que los gemelos van descubriendo. Al igual que los protagonistas, quien vea Incendies, debe realizar una labor de reconstrucción y estar atento a las pistas que el director canadiense va esparciendo sobre la pantalla, y rellenar los huecos que nos dejan las elegantes elipsis sobre la vida de Nawal, que no disminuyen el espanto de las atrocidades cometidas, al sugerirlas y dejar que sea el espectador el que los construya.
El contenido de Incendies, contado como un esquemático resumen argumental, podría dar para un desaforado melodrama.. Villeneuve camina en este sentido, al filo de la navaja, como un experimentado equilibrista, sin dejarse llevar en ningún momento por la tentación de caer en la pornografía emocional, y es aquí donde la película gana enteros y se eleva sobre sus posibles limitaciones.
Denis Villeneuve utiliza esos recursos dramáticos con una planificación en la que los personajes, los seres humanos, siempre forman parte de un contexto, que va del plano general en el que se insertan, hasta las historias cotidianas que juntas, acaban formando la Historia en mayúsculas. Y el director canadiense es capaz de filmar momentos estremecedores, imágenes potentes que se quedan en nuestras retinas durante mucho tiempo.. Estoy pensando por ejemplo, en el inicio de la película con esas miradas duras como la piedra, de los niños mientras son rapados y suena de fondo el You and Who's Army? de Radiohead. O la secuencia del ataque y el incendio del autobús en un espacio desértico, el horror en seco y sin ambages. O ese instante en el que Simon le dice a Jeanne en su habitación de hotel que 1 + 1 pueden ser 1, y con el sollozo de ella comprendemos que las cosas no son como parecen.
Esta historia de héroes que no lo aparentan y asumen la fatalidad de su destino acaba con la certeza de que no se corta el hilo de la ira sin abrir antes la puerta del perdón.
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Este es el argumento con que se inicia Incendies, la cuarta película del hasta ahora desconocido realizador canadiense Denis Villeneuve, adaptación libre de la obra de teatro homónima del autor libanés Wadji Mouawad.
Estamos ante un drama familiar de enorme calado dramático cuyo contenido se pasea por las consecuencias de las masacres perpetradas en el Oriente Medio -la película nos traslada a un inconcreto país en los años 60-70- en una época en la que los efectos de las divisiones religiosas y de carácter nacionalista resultaron devastadoras.
El viaje de los 2 hermanos desde el francófono Quebec canadiense hasta la patria materna que es el lugar en el que nacieron, es un itinerario hacia el descubrimiento del horror. La sucesión de pesquisas y acontecimientos crean una conseguida intriga que atrapa. Desde el Norte que representa el Primer Mundo hasta el Sur, el retorno a las raíces representado por el tempestuoso laberinto geopolítico que era -y lo sigue siendo hoy en día- el Oriente Medio en los años 70. Allí comprenderán que las consecuencias de los crímenes son universales y no caducan con el paso del tiempo, y que su particular via crucis es el doloroso precio a pagar para conocer quién era realmente su madre, la mujer que canta, y quienes son ellos y de dónde vienen.
Incendies se estructura a través de la citada investigación sobre la que se introducen saltos temporales para contar en paralelo la historia de Nawal, la madre. Siempre hay un eco entre las 2 líneas narrativas y una continuidad dramática muy bien elaborada por Villeneuve, que consigue que el espectador nunca sepa más de lo que los gemelos van descubriendo. Al igual que los protagonistas, quien vea Incendies, debe realizar una labor de reconstrucción y estar atento a las pistas que el director canadiense va esparciendo sobre la pantalla, y rellenar los huecos que nos dejan las elegantes elipsis sobre la vida de Nawal, que no disminuyen el espanto de las atrocidades cometidas, al sugerirlas y dejar que sea el espectador el que los construya.
El contenido de Incendies, contado como un esquemático resumen argumental, podría dar para un desaforado melodrama.. Villeneuve camina en este sentido, al filo de la navaja, como un experimentado equilibrista, sin dejarse llevar en ningún momento por la tentación de caer en la pornografía emocional, y es aquí donde la película gana enteros y se eleva sobre sus posibles limitaciones.
Denis Villeneuve utiliza esos recursos dramáticos con una planificación en la que los personajes, los seres humanos, siempre forman parte de un contexto, que va del plano general en el que se insertan, hasta las historias cotidianas que juntas, acaban formando la Historia en mayúsculas. Y el director canadiense es capaz de filmar momentos estremecedores, imágenes potentes que se quedan en nuestras retinas durante mucho tiempo.. Estoy pensando por ejemplo, en el inicio de la película con esas miradas duras como la piedra, de los niños mientras son rapados y suena de fondo el You and Who's Army? de Radiohead. O la secuencia del ataque y el incendio del autobús en un espacio desértico, el horror en seco y sin ambages. O ese instante en el que Simon le dice a Jeanne en su habitación de hotel que 1 + 1 pueden ser 1, y con el sollozo de ella comprendemos que las cosas no son como parecen.
Esta historia de héroes que no lo aparentan y asumen la fatalidad de su destino acaba con la certeza de que no se corta el hilo de la ira sin abrir antes la puerta del perdón.
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3 comentarios:
Totalmente de acuerdo con cada palabra que dices. La fuerza de esas escenas, ese arranque con esos niños, el terror desde el estrecho pasillo del autobús y la desolación final, esa conversación entre hermanos y el abrazo en la piscina.
Difícil no caer en la tentación del melodrama efectista, pero lo resuelve brillantemente.
El pasado y el presente de la mano, es genial como nos lo va destapando lentamente.
Como espectadora agradezco que me traten así, que me hagan seguir el hilo, sufrir y de inmediato emocionarme.
Las canciones que ambas escuchan o cantan en los momentos más complicados.
Esos paisajes tan áridos, esas gentes que llevan el odio en la sagre o a las que se les entrena en la crueldad, la tortura…
Esa mezcla de sociedades, de formas de pensar, de vidas que parecen incompatibles…
Recuerdo muchos momentos al leer lo que escribes.
Cine con mayúsculas.
Biquiños
a mi tambien me impacto mucho,
estoy de acuerdo contigo y con Lu
Hola, Eloy, coincidimos en lo principal, es una película muy bien construida, de este cine hay poco en la cartelera, una pena. Describes muy bien la línea que recorre la película, el eco entre las dos líneas narrativas y la carga dramática muy bien delimitada. Me ha gustado mucho también la descontextualización que utiliza, aunque es evidente del lugar al que refiere, y las interpretaciones, sobre todo las femeninas son sobresalientes. Si no fuera por el final un tanto enrevesado y difícil de encajar como posible, para mi sería perfecta.
Un saludo y gracias por la visita ;)
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