martes, 27 de abril de 2010

Christopher Doyle, el fotógrafo apátrida.



Simplemente tengo una piel equivocada. Cuando más me froto con los amarillos, más amarillo quedo. A menudo me dicen que soy un asiático con un problema de piel. Empecé haciendo películas en Asia y mi trabajo ha tenido cierta repercusión y resonancia, y estoy muy orgulloso de ello. Pero resulta que soy una de las pocas personas no asiáticas en ese mundo. Y creo que la mayoría de la gente con la que trabajo cree que soy tan amarillo como ellos. Y eso para mí es un honor. (...)
Ahora mismo en Asia ocurre algo como la nueva ola australiana, el cinema novo en Brasil o la Nouvelle Vague francesa. ¿Por qué? Porque han confluido el interés y la economía y todos esos elementos se han conjurado ahora. Lo extraño de Occidente, o no tan extraño, es que la gente está perdida. En serio. La gente está perdida, ya se eche la culpa al 11 de septiembre o a la educación en las escuelas. Da igual qué tenga la culpa. Mientras que en Asia la gente está encontrando su voz. Ha sido un largo viaje. (...)
El actual clima en la mayoría del mundo occidental es, por supuesto, antiartístico, porque la función del artista es abrir los ojos a la gente, lo que no es la función de una meritocracia construida sobre el petróleo tejano. Y cada persona en el mundo real contempla esto y por eso se hacen las películas que se hacen. Porque cuando no se tiene libertad, ni se tiene integridad, se tiene que volver a hacer lo que ya se ha hecho antes.
Me fui a ver a Martin Scorsese y le dije: "¿No crees que debería hablarte de los objetivos?" Y me dijo: "¿Qué quieres decir?". Yo le dice: "En fin, estás haciendo un remake de mi película, Infernal Affairs. Infernal Affairs es una película que probablemente se escribió en una semana, que rodamos en un mes y ahora... ¡vas a hacer un remake! ¡Buena suerte!" ¿De qué carajo va esto? Vamos, hombre. En otras palabras, si se lee El declive y la caída del Imperio Romano uno se puede hacer una idea bastante clara de lo que hoy en día está ocurriendo en los Estados Unidos. ¿Y qué hacemos? (...) Pues hay muchas cosas que se pueden hacer y que no son caras. Puedes mandar un DVD a tus amigos, puedes colgar cosas en internet, ir a miles de festivales de cine. Y simplemente con una cámara digital. En otras palabras, incluso se puede hacer una película con el puñetero móvil. ¿No es, en cierto modo, fantástico? Es tan absurdo que la gente joven esté calculando sus posibilidades en lugar de simplemente salir y hacer cosas... La única forma de que cualquiera de nosotros se convierta en lo que llaman un cineasta no es calculando, sino probando y a ver qué funciona. Te pueden robar las ideas, pero no el corazón. ¿Qué hacer si no? ¿Esperar? Mira lo que le pasó a Kubrick. Esperó tanto que... Eyes Wide Shut es una mierda. Es la obra de alguien frustrado por sus propias ideas. Es como el queso, se agusana. Probablemente hace veinte años hubiera sido interesante, pero ya no tiene ninguna relevancia. Eso no se puede hacer porque lo que hacemos es el producto de donde estamos. Quiero decir, las películas que he hecho son la respuesta a las películas que hice antes y espero que también una respuesta al ambiente sociopolítico en el que vivo. (....)
Creo que nuestro propósito como cineastas o narradores o lo que sea que seamos es que, dentro de estas relaciones, en esta estructura social, en este clima político, podamos decir "ésta es la mejor película que podía hacer". Creo que es todo lo que podemos hacer. Entonces no seremos aprovechados, no seremos Spielberg o algo semejante.
Entonces se convierte todo en un asunto extremadamente personal, para bien o para mal. Así que no hay que liarse con que si digital sí o no, si con dinero sí o no, sólo hacer la mejor película que se pueda dentro de nuestro talento. Por algo nos metimos a hacer cine cuando podíamos habernos dedicado a vender casas.

Christopher Doyle, entrevista de Matthew Ross, Filmmaker Magazine, otoño 2005.



Australiano de nacimiento, dejó los suburbios de Sidney a los 18 años para dar salida a su espíritu de trotamundos. Se considera a sí mismo un cineasta chino. Empezó su carrera en Hong Kong rodando en chino, incluso en Asia es conocido por su nombre chino Du Kefeng (como el viento). Allí en Hong Kong le encontramos tras un periplo aventurero de juventud en el que trabajó en los más dispares oficios. Estamos a finales de la década de los 70 y Christopher Doyle es un estudiante de Lengua y Literatura China que participa activamente en la escena undergrounsd de Hong Kong aún estando en el país en condición de ilegal (sin visado ni permiso de residencia). Tras permanecer seis años en situación de sin papeles, en 1983 consigue su primer trabajo como director de fotografía para la película That Day on the Beach dirigida por su amigo y compañero de agitación cultural, el recientemente fallecido Edward Yang. Su siguiente película tardará tres años y le llevará a París donde fotografía Noir et Blanc (Claire Devers, 1986), antes de retornar nuevamente a Hong Kong donde establecerá su campo de operaciones para desarrollar una carrera estable como director de fotografía en el nuevo cine asiático.

En 1990 con Days of Being Wild comienza su jugosa y fructífera colaboración con la que será su alma gemela, Wong Kar-wai. Con él establecerá un método de trabajo en el que la improvisación y la búsqueda constante de nuevas formas en el intento de atrapar la esencia de las emociones humanas, serán la clave. Su marca de fábrica se sustentará en estos años de estrecha colaboración en unas imágenes potentes de texturas que a través de la luz, los colores y la composición quieren ser cómplices del director y ser según sus propias palabras la expresión visual de una experiencia emocional. Encuadres inestables, entrecortados o a través de objetos, ralentís hipnóticos, luces y colores saturados, cámara en mano, fondos que se desvanecen ... un estilo intuitivo que vincula a los espacios y los actores y que es capaz de incorporar cualquier contingencia que surja en el momento de la filmación ... Days of Being Wild, Ashes of Time, Chunking Express, Fallen Angels, Happy Together, In the Mood for Love, 2046 ...

Christopher Doyle no necesita de story board, es alérgico a los guiones cerrados. Wong Kar-wai le solía decir: ¿Ya lo has probado todo?, antes de dar por buena una escena. Le gusta probar y probarse constantemente. Para él una película debe ser como una jam session en la que la obra se va descubriendo a medida que se va haciendo. Ese método de trabajo choca evidentemente con el funcionamiento del cine americano, y por eso Doyle sólo ha trabajado allí con francotiradores como Jim Jarmusch o Gus Van Sant, o con gente que va a su bola como M. Night Shyamalan.



Filmografía seleccionada como director de fotografía:

1983 That Day on the Beach (Edward Yang)
1986 Noir et blanc (Claire Devers)
1990 Days of Being Wild (Wong Kar-wai)
1994 Ashes of Time (Wong Kar-wai)
1994 Chunking Express (Wong Kar-wai)
1994 Red Rose, White Rose (Stanley Kwan)
1995 Fallen angels (Wong Kar-wai)
1996 Temptress Moon (Chen Kaige)
1997 Happy Together (Chen Kaige)
1998 Psicosis (Gus Van Sant)
1999 Liberty Heights (Barry Levinson)
2000 Deseando amar / In the Mood for love (Wong Kar-wai)
2002 Generación robada (Philipp Noyce)
2002 El americano impasible (Philipp Noyce)
2002 Hero (Zhang Yimou)
2004 2046 (Wong Kar-wai)
2005 La condesa rusa (James Ivory)
2006 La joven de agua (M. Night Shyamalan)
2007 Paranoid Park (Gus Van Sant)
2008 The Limits of Control (Jim Jarmusch)

sábado, 24 de abril de 2010

Rachel McAdams, ¿quién es esa chica?.



Rachel McAdams no sonará demasiado a los cinéfilos. Tampoco a los consumidores de multisalas palomiteras. Pero parece que su momento ha llegado. En 2010 veremos a esta belleza canadiense en Morning Glory de Roger Mitchell, una comedia sobre el mundo de la televisión con un reparto encabezado por Harrison Ford, además de Diane Keaton,Patrick Wilson y Jeff Goldblum. Este verano estará en el reparto de la última de Woody Allen (Midnight in Paris es el título del proyecto) junto a Carla Bruni, Owen Wilson, Marion Cotillard, Kathy Bates y Michael Sheen. Y también estará Rachel en el que será el nuevo film de Terrence Malick, todavía sin título y que se piensa estrenar en 2012, al lado de Christian Bale, Javier Bardem y Olga Kurylenko.




La actriz canadiense, nacida en London (Ontario) en 1978, comenzó a hacer cine con 24 años, lejos de la precocidad de una Scarlett Johansson o una Natalia Portman. Tras intervenir en varios títulos fatalmente olvidables, comenzó a llamar la atención con El diario de Noa (Nick Cassavetes, 2004). En esta película dos actores veteranos como Gena Rowlands y James Garner revivían a través de unas notas de él la historia de dos jóvenes ( Ryan Gosling y una arrebatadora Rachel McAdams) que se conocen en verano y viven un romance con las trabas de la negativa de sus padres y el inicio de la Seguna Guerra Mundial.




A partir de aquí su carrera se agiliza, con títulos como Vuelo nocturno (Wes Craven, 2005), un tenso thriller que transcurre casi en su totalidad en un avión, la boba comedia De boda en boda (David Dobkin, 2005) o La joya de la familia (Thomas Bezucha, 2005) en la que destacaba su presencia como una de las hijas de Diane Keaton, la más apasionada y extravertida, en una comedia con momentos interesantes.


Es aquí cuando se toma un descanso de dos años, para retornar con El juego del matrimonio (Ira Sachs, 2007). Hace pocos meses era la protagonista femenina de Sherlock Holmes (Guy Ritchie, 2009), y ahora tiene en cartel Más allá del tiempo (Robert Schwentke, 2009). Hasta hoy, todavía falta en su filmografía ese título que destaque sobre las medianías de cine intercambiable. Pero el futuro pinta bien para ellla.









martes, 20 de abril de 2010

Miradas: Portraits of Tono Stano.

Robert de Niro, 2008


Sharon Stone, 2005

Matt Dillon, 2005


Roman Polanski, 2004



Kim Ki-Duk, 2006




Harvey Keitel y su esposa Daphna Kaster, 2004





Elijah Wood y Liev Schreiber, 2004





Keira Knightley, 2002





Morgan Freeman, 2003





Scallett Johansson, 2001





Ben Kingsley, 2001



sábado, 17 de abril de 2010

La familia Savages (Tamara Jenkins, 2007)




¿Qué ocurre cuando nuestros padres, que han estado cuidando de nosotros desde que nacemos, no son capaces de cuidarse de sí mismos? The Savages, segunda película de Tamara Jenkins, trata un tema tan incómodo y poco dado a mostrar por el cine, pero tan cercano en nuestra sociedad, que es el de ese momento en la vida en el que los padres enfilan la última recta hacia la muerte, y los hijos se ven enfrentados a la obligación de hacerse cargo de ellos.
Laura Linney y Philipp Seymour Hoffman encarnan a los hermanos Savage. Viven alejados física y emocionalmente, cada uno en su mundo cerrado, incapaces de asumir compromisos y responsabilidades, y eso les hace sentirse vulnerables y desconcertados cuando les llega el momento de tener que ocuparse de un padre que nunca ejerció como tal, y que ahora es poco menos que un viejo indefenso con demencia senil. Jon es profesor universitario de Literatura en la gélida Buffalo y en su tiempo libre escribe un ensayo sobre Bertold Brecht. Wendy tiene esporádicos trabajos en Nueva York y aspira inútilmente a una beca para poder escribir su primera novela. Jon tiene una novia polaca a la que ama, pero no quiere dar el paso de casarse con ella. Wendy tiene un rollo con un hombre casado que no le llena.
La familia Savages es un drama sin concesiones, de ritmo pausado y tono bajo, no exento de una extraña ironía y toques de humor negro: cuando las situaciones son más tensas siempre aparece una nota humorística que nos hace replantear la escena. Asímismo, tras las secuencias más calmadas, llega el momento en el que los protagonistas deben volver a enfrentarse a sus miedos e inseguridades.
La directora y guionista Tamara Jenkins evita cualquier atisbo de sentimentalismo que pudiera hacer más digerible la historia. Un guión sólido, sin momentos álgidos, sólo pequeños retazos de vida, una mirada sin juicios, entre triste y desencantada, a unas vidas que podrían ser las nuestras. Tan importantes, tan protagonistas como los espléndidos diálogos son los silencios y las miradas. Y es que cuando se cuenta con dos actores de la talla de Laura Linney y Philipp Seymour Hoffman, sin duda de los mejores de su generación, todo es mucho más fácil. La cámara de Tamara Jenkins se rinde al talento de estos enormes intérpretes (indispensable ver la V.O.) ante los que el espectador olvida que se trata de actores, vemos personas con sus miserias, sus egoismos, sus debilidades, también sus virtudes. Son personajes muy bien descritos y extraordinariamente interpretados.

miércoles, 14 de abril de 2010

Wood vs. Welles.


  • Ed Wood: ¡Madre mía! ¡Orson Welles! ... Discúlpeme señor.
  • Orson Welles: ¿Sí?
  • Ed Wood: Yo soy un cineasta principiante y un gran admirador suyo. Solo quería saludarle.
  • Orson Welles: Es un placer. Soy Orson Welles.
  • Ed Wood: Yo soy Edward D. Wood junior, ¿en qué está trabajando?
  • Orson Welles: Me he quedado sin financiación por tercera vez con Don Quijote.
  • Ed Wood: Sabe, es increible. Justo el mismo problema que tengo yo.
  • Orson Welles: Malditos mecenas. No sabes quién es un fantasma y quién tiene pasta. Y todos creen que saben dirigir.
  • Ed Wood: ¡Y que lo diga! Sabe que he tenido productores que hasta han remontado mis películas.
  • Orson Welles: Eso no lo soporto.
  • Ed Wood: Siempre quieren colocar a sus amigos en el reparto. Les da igual que valgan o no para el papel.
  • Orson Welles: ¡Qué me va a contar! Estoy preparando un thriller para la Universal y pretenden que Charlton Heston interprete a un mejicano.
  • Ed Wood: Señor Welles, ¿merece la pena?
  • Orson Welles: Cuando sale bien, sí. Sabe en qué película tuve el control absoluto: Ciudadano Kane. En los estudios no lo soportaban pero no llegaron a tocar ni un fotograma. Ed,...
  • Ed Wood: ¿Sí?
  • Orson Welles: Merece la pena luchar por los propios sueños. ¿Por qué pasarse la vida realizando los sueños de otros?
  • Ed Wood: Gracias... Orson.

lunes, 12 de abril de 2010

Sed de mal. Welles returns.




Finalizado el rodaje de Mr. Arkadin en Europa, a Orson Welles se le abre la posibilidad de volver a Hollywood, su patria cinematográfica y el lugar del que en el fondo, deseaba formar parte. Así pues, no duda en ofrecer sus servicios como director en varios estudios, sin demasiada fortuna, viéndose obligado a aceptar trabajo como actor para la Universal a las órdenes de Jack Arnold en Man in the Shadow, un mediocre western de Serie B. El productor de este film, Albert Zugsmith, le ofrece a Welles la posibilidad de trabajar en la adaptación de una novela polocíaca de Whit Masterson (seudónimo colectivo de Robert Wade y Bill Miller) titulada Badge of Evil. Para Welles "se trataba de un thriller muy malo que ocurría en San Diego y en el que figuraba un detective corrupto". Charlton Heston, el protagonista, no sólo acepta gratamente la presencia de Orson Welles en el elenco actoral sino que presiona a los directivos de la Universal para que éste sea el realizador de la película. Cualquiera le lleva la contraria en aquel momento a Mister Heston, y Welles aprovecha la situación para imponer sus condiciones: tener carta blanca para reescribir o modificar el guión inicialmente escrito por Paul Monash. El director se encierra con 4 secretarias para redactar los nuevos diálogos. Respetando únicamente la idea de un detective de fama y profesionalidad intachables que inventa pruebas para cerrar sus casos, Welles cambia la localización -de un pueblo californiano a una ciudad en la frontera entre México y Estados Unidos-, la profesión del personaje de Heston -de fiscal de distrito a jefe antidrogas mexicano- y la nacionalidad de su esposa (Janet Leigh) -de mexicana a estadounidense-. No leyó la novela en que se basaba el guión y cuando lo hizo años después reconoció que era mucho mejor que el libreto que le habían dado. A la vez que reescribía el guión iba pensando en el reparto, en el que hay 3 pequeñas y curiosas apariciones: Joseph Cotten hace su habitual cameo en los films de Welles. Mercedes McCambridge, la "mala" de Johnny Guitar, tras almorzar un día con el director recibió la invitación para participar en la película. Fué el mismo Orson Welles el que le cortó el pelo, la caracterizó y le escribió una frase. La tercera aparición es la de Zsa Zsa Gabor como la dueña de un club de strip tease. Mención especial requiere Marlene Dietrich. Sólo estuvo un día en el rodaje, como favor especial al director, para rodar las 4 escenas en las que aparece. Welles no había dicho nada a nadie de la Universal y cuando éstos la vieron en el premontaje inicial decidieron usar su nombre como reclamo para la promoción y tuvieron que pagarle un buen sueldo.




Todo el equipo tuvo 2 semanas de ensayo y en ellas nació la admiración de Welles hacia Heston: "El mejor hombre para trabajar con él que jamás existió en el cine".
En esa atmósfera aparentemente optimista y relajada el cineasta comienza a rodar el 19 de febrero de 1957 con 2 escenas técnicamente sencillas que en dos días dieron cuenta de 25 páginas de guión. Orson Welles, que había previsto filmar en Tijuana, cambió a última hora por la mucho más cercana Venice -un lugar a las afueras de L. A. que le recomendó Aldous Huxley-. El 14 de Marzo se rodó el magistral plano secuencia que inicia Touch of Evil (título original) elaborado con complejos movimientos de cámara articulados con diversas acciones que transcurren paralelas. Se hizo en una sola noche y el cineasta agradeció eternamente la habilidad del maquinista de la grúa donde iba la cámara y del operador John Russell.
A pesar de que Janet Leigh se rompió el brazo izquierdo y hubo que esconderlo ante la cámara más de la mitad del rodaje, a pesar de que casi toda la acción transcurre de noche (obligado por la trama ... y porque así los ejecutivos no revoloteaban por las localizaciones) Welles acabó el rodaje el 2 de abril de 1957 tras 39 días de filmación: "Sed de mal fue una satisfacción inimaginable, un inmenso placer, con todos los participantes rindiendo a tope de su talento".
Este paisaje idílico se ve interrumpido en cuanto los productores ven el resultado final. A éstos no les gustaron las alteraciones temporales que Welles introdujo en el montaje y ponen a Ernest Nims a trabajar para poner un orden cronológico en la trama. A todo esto Orson Welles se encuentra en México intentando levantar su homérico Don Quijote. Cuando en agosto el director puede ver el nuevo montaje envía al estudio un montón de sugerencias para que cambien la nueva versión. Pero mientras, los de la Universal ya han encargado a Harry Keller el rodaje de nuevas secuencias que "aclaren" el argumento.
Cuando finalmente Sed de mal llega a las pantallas, muy poca gente se interesó en verla. Sin embargo en Universal Europa, el encargado de las ventas internacionales se mostró entusiasmado con la película y pidió permiso para proyectarla en la Exposición Universal de Bruselas de 1958. Allí, un jurado en el que estaban Jean-Luc Godard y Françoias Truffaut le otorgó el primer premio y lanzó su estreno en Europa. En París estuvo año y medio en cartel.
Una vez más Orson Welles confirmaba su fama de maldito.
Una vez más Francia reivindicaba a cinestas americanos menospreciados en su país.

Fuentes: "Orson Welles" Esteve Riambau. "Cine de Oro. Sed de mal" Gregorio Belinchon.

jueves, 8 de abril de 2010

El cine no es tu casa (Blogdecine).




Leido en Blogdecine :



"Esto es algo que lleva molestándome desde hace bastante tiempo. Quizá no muchos, pero seguro que algunos estaréis de acuerdo conmigo en que ir al cine se está convirtiendo en algo cada vez más insoportable. Algo molesto y desagradable, tanto que dan ganas de quedarse en casa (como apuntaba Adrián en su último artículo) o buscar un plan alternativo (y no digo más porque nos leen menores de edad). Conste en acta que no me refiero a las películas, al nivel de calidad del cine actual, sino al hecho de salir de casa y compartir un visionado con un montón de desconocidos en una misma sala, previo pago de una entrada que no suele ser moco de pavo.
No sé cuándo ocurrió, de estas cosas no te das cuenta, es como lo la langosta y el agua hirviendo (ya sabéis, ese método cruel para cocinar crustáceos), pero en algún momento esto de ir al cine se convirtió en un dolor de cabeza, en tener que soportar a gente maleducada, a personas que se creen que están en el salón de su casa, o en un bar rodeados de amiguetes, y que por tanto pueden hacer lo que les dé la gana. Para colmo, si te cansas y dices algo, lo más probable es que des comienzo a una cadena de mandar a callar/nos importa un pepino, que durará toda la sesión, por lo menos; y en cualquier caso, adiós a la película. De un tiempo a esta parte, ir a ver un estreno es poco más que ir ver si te enteras de algo, claro que están llegando tantos churros mediocres desde Hollywood que casi da lo mismo. En cualquier caso, como soy un experto en tropezar con la misma piedra, y a pesar de todo adoro la costumbre de ir al cine, quiero al menos dejar constancia de los comportamientos más molestos que he sufrido en una sala. Por si alguien se da por aludido y lo corrige. O simplemente por hablarlo con vosotros, que siempre puede resultar divertido.


Te dará igual si ya empezó la película
En primer lugar, me resulta muy molesto la falta de puntualidad. La gente llega tarde al cine, o mejor dicho, cuando le da la gana. Total, ¿qué más da? Algunos entran justo cuando la película ha empezado, y esto es normal porque nos puede ocurrir a todos, además suelen proyectarse tráileres, por lo que lo más normal es que aun entrando cinco minutos tarde todavía pilles a tiempo el principio; pero lo que no es normal es entrar diez, quince minutos o incluso media hora después de la hora del inicio de la película. Esto es algo que ya me saca de quicio, la verdad, no puedo entender cómo se puede tener la absurda idea de entrar en una sala media hora después de empezar la película, pudiendo entrar en alguna de las otras diez o quince salas disponibles. Porque la película te da lo mismo, al fin y al cabo ya te has perdido todo el comienzo. En fin, la cuestión es que además no entran en silencio y se sientan, no, pero de eso hablamos ahora…
Estás obligado por ley a sentarte en un asiento concreto
La falta de puntualidad lleva a otra cosa que puede ser aún más irritante. A menudo se adquieren entradas numeradas y esto es como una ley sagrada. En tu entrada pone un asiento y pase lo que pase, ahí es donde te tienes que sentar. Esto es, que aunque llegues tarde, y la película ya esté empezada, a pesar de que puedes molestar a los que ya están viéndola, teniendo asientos libres disponibles (centrados y laterales, cercanos y alejados de la pantalla, de todos los colores), tú tienes que exigir tu butaca, la que viene en el ticket que está en tus manos, aunque ni siquiera lo hayas elegido tú. Lo peor de esto no es que encima haya gente que no sabe leer y te preguntan si estás en tu asiento (dan ganas de meterle la entrada por algún orificio), sino que se entra en una fase muy ruidosa de gente mirando con el móvil sus asientos, gente que se levanta y se cambia de sitio, que a su vez estaba ocupado por otro que se tiene que sentar en otra butaca… Que la película siga proyectándose y se siga molestando a los que llegaron a su hora, es algo absolutamente intrascendente.


Nunca apagarás tu móvil y de vez en cuando mirarás si te ha llamado alguien
Como la película está empezada y la sala a oscuras, los tardones tienen que usar sus móviles como linternas, mirando su entrada y el asiento que deben ocupar. Pero esto no es lo peor, lo peor es que hay mucha gente que no apaga el maldito teléfono (bueno, o lo que sea que se lleva hoy en día) durante el visionado. Porque espera una llamada, un mensaje o simplemente porque es incapaz de apagar el maldito aparato durante dos horas. De este modo, si te toca delante una de estas personas, a las que el cine les interesa menos que el medio ambiente o la política, lo más probable es que cada ratito te deslumbre la radiante luz de un móvil, haciendo que desconectes momentáneamente de la pantalla (porque durante al menos un minuto vas a acordarte de toda su familia). Pero nada de esto es comparable a cuando uno de estos… “pobres adictos a la comunicación”, recibe una llamada y ¡contestan! Sí, tú estás ahí intentando ver la película y hay alguien hablando por teléfono, tranquilamente. Ahí es cuando esas clases de judo asesino que viste anunciadas en la calle no parecen tan caras…


Hablarás lo suficientemente alto como para se te oiga en toda la sala
Relacionada con la anterior, un clásico de la gente maleducada en el cine. Si tienes algo que decir, no te cortes, a los demás espectadores no les importa; es más, estarán encantados de oírte, como decía ese profesor tuyo de esa asignatura que te importaba un comino. Este asunto es cada vez más preocupante. La gente ya no habla en voz baja, ya no tiene el cuidado de susurrar algo al oído de su acompañante; no, ahora se habla como si se estuviera en la casa de uno, en un bar o en la calle. En un tono normal, y a veces, cuando el volumen de la película es muy alto, a gritos, para que el amiguillo que está dos o tres butacas a la derecha pueda oír perfectamente el agudo comentario que tiene que soltar, porque es algo memorable y se le olvidará después cuando salga del cine. Lo más maravilloso es cuando nada más empezar la película, y sin información previa, un personaje es asesinado por alguien que no vemos, y entre el público se oye alto y claro: “¿¡Quién habrá sido!?”. Pero bueno, borreguín, espera un poco, que ya te responderán, a ti y a todos los que estamos sentados contigo, intentando prestar algo de atención.


Golpearás el asiento de delante, estornudarás lo más fuerte que puedas, y si traes comida de tu casa, harás el mayor ruido posible
Para terminar, tres costumbres más que pueden llevarte a considerar la idea de la creación de un nuevo partido nazi, con el objetivo principal de la aniquilación total de la raza humana. La primera es que hay personas que se aburren a los pocos minutos de empezar cualquier película y entonces dedican su tiempo, entre otras cosas, a comprobar de cuántas maneras puede colocar las piernas. Una de las consecuencias es que probablemente acabará golpeando, no una sino varias veces, el asiento que tiene delante. Para quien está sentado ahí, es el inicio de un pequeño e irritante “juego” que le distraerá de la película cada cierto tiempo; lo mejor es que no sabes cuándo tocará el siguiente toque, la intensidad del mismo o si su responsable entenderá el significado de tu amenaza, ya sea verbal o no. Algo menos molesto que esto, pero que puede llegar serlo bastante, es cuando alguien empieza a toser o estornudar, sin tener ningún cuidado en minimizar el ruido o en buscar una solución al problema; por ejemplo, beber agua si es que te has atragantado devorando palomitas. Y hablando de palomitas…


Otra de las malas costumbres del público está relacionada con el hábito de comer en el cine. Personalmente, me cuesta entrar sin mi bolsa de palomitas, pero desde luego cierro la boca al masticar y el mínimo ruido que causo con ello sólo es apreciable por algunas razas de perros asiáticos. Lo que sí molesta al oído humano es abrir, retorcer y cerrar, repetidamente, bolsas de plástico o papel de aluminio, así como masticar patatas crujientes con la boca abierta. El tema de los eructos lo damos por estudiado, si os parece.


En fin, esto es sólo mi selección, seguro que vosotros podéis aportar más. Y no he hablado de lo que ocurre en las taquillas o en las tiendas de chucherías, que ahí también hay algunas costumbres realmente molestas (como tardar mil años en pedir un refresco). Si queréis desahogaros, ahí tenéis los comentarios, no os cortéis. "


Juan Luis Caviaro


sábado, 3 de abril de 2010

Los encantos de la serie Z, o, I was a man to the one that liked to use woman's clothes.





  • Mr. Weiss: Hola, ¿qué puedo hacer por tí?

  • Ed Wood: Soy Ed Wood. He venido por lo de Jorgensen.

  • Mr. Weiss: Ha habido un par de cambios. Ya no puedo usar su biografía. Variety largó antes de tiempo. La muy puta se ha subido a la parra.
  • Ed Wood: Así que ya no hará la película.
  • Mr. Weiss: ¿Cómo que no? Claro que la haré. Está vendida en Alabama y Oklahoma. Esos reprimidos se mueren por ese tipo de temas. Nos inventaremos a ese marimacho.
  • Ed Wood: ¿Tiene ya el guión?
  • Mr. Weiss: No, joder. Pero tengo el cartel: ¡Me cambié de sexo!. Se estrena en Tulsa en nueve semanas.
  • Ed Wood: Señor Weiss, no busque más. Soy su hombre. Trabajo rápido. Escribo y dirijo. Lo hago bien. Victor Crowley ha alabado mi obra por su realismo.
  • Mr. Weiss: En la ciudad hay quinientos tíos que dicen lo mismo. Por teléfono dijiste que estabas especialmente capacitado.
  • Ed Wood: Señor Weiss, nunca le he dicho a nadie lo que voy a contarle. Pero quiero este trabajo. Me gusta vestir ropas de mujer.
  • Mr. Weiss: ¿Eres un mariquita?
  • Ed Wood: No, me encantan las mujeres. Así, me siento más próximo a ellas.
  • Mr. Weiss: ¿No eres un sarasa?
  • Ed Wood: Soy un hombre, pero en la guerra luché con ropa interior femenina.
  • Mr. Weiss: ¿Me estás tomando el pelo?
  • Ed Wood: Esto es confidencial, me tiraba en paracaidas con bragas y sostén. No tenía miedo a morir, pero sí a ser herido y que me descubrieran.
  • Mr. Weiss: ¿Eso te capacita para dirigir mi película?
  • Ed Wood: Sí, sé lo que significa vivir temiendo el qué dirán.
  • Mr. Weiss: Ed, pareces buen muchacho, pero mira a tu alrededor. No contrato a nadie para que cuente su vida. He hecho Chicas encadenadas. Mis películas deben dar pasta. Es lo único que importa.