martes, 29 de diciembre de 2009

Miradas: Bruce Weber (Pennsylvania, 1946)


















Más fotos de Bruce Weber aquí



sábado, 26 de diciembre de 2009

Ojos negros.




¡¡¡Sabachka!!!

gritó Marcello enamorado

cabalgando un carromato que cruzaba

la frondosa estepa rusa.



Buscaba una quimera, un azar, un desencanto,

algo tan espúreo, tan ufano

como una fábrica de cristal en la profunda Rusia.



Chejov movió una ceja

y eclipsó la primavera prusiana

de aquel mítico balneario

en el que la dama blanca,

azorada hasta los huesos,

conoció la alegría soberbia -entre Fellini y Visconti-

de las carreras de sillas,

el chocolate caliente de los sábados soleados

y el enérgico calor de las turgentes piscinas

bañadas de nenúfares y aromas.



Pero el tiempo,

enemigo de lo nuestro, y de lo suyo,

les equivocó el paso.



La dama del perrito

abandonó el blanco impoluto

y dedicó el resto de sus vidas

a la apática reunión de los domingos.



Marcello, el indeciso consorte,

regresó al redil de los oscuros

burgueses de misa diaria y atril

para las buenas obras.



Todos los caminos les devolvieron sus huellas

y don Anton (Chejov) -tan demiurgo-

iluminó sus aburridas vidas con el candil de un recuerdo.



miércoles, 23 de diciembre de 2009

Puede superarte en todo, Hugh.






Lunas de hiel (Bitter Moon, Roman Polanski, 1992)
  • Hugh Grant: ¡Qué baboso! Quiere acostarse contigo.

  • Kristin Scott-Thomas: ¡Quién fue a hablar!

  • Hugh Grant: ¿Cómo dices?

  • Kristin Scott-Thomas: No soy idiota. Tu horrible americano ... No vas a verle solo por sus ojos azules.
  • Hugh Grant: No te entiendo.

  • Kristin Scott-Thomas: Vas por su mujer. Te excita.

  • Hugh Grant: ¡¿Qué dices?! La compadezco. Eso es todo.

  • Kristin Scott-Thomas: Se te cae la baba. Ten cuidado, puedo superarte en todo.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Elena Anaya. Ojos hechiceros.
















Leido en el País.com/el País Semanal


Dispuesta a ganar la partida

Será su año. En 2010 le espera póquer de estrenos. Cuatro películas que la desnudan y muestran sus más variados registros. La actriz ha cambiado su aspecto aniñado por una hechizante belleza.
Lo extraño no es que tenga cada ojo de un color; lo extraño es que puede llorar con uno mientras ríe con el otro. Es entonces cuando se descubre que el equilibrio de un rostro se escapa a razones. Probablemente no existe una belleza comparable a Elena Anaya en el cine español, aunque ella nunca fuese muy consciente de sí misma. O precisamente por eso. La actriz siempre tuvo buena estrella, y también una mezcla de absoluta determinación y total descreimiento. Para el próximo año le espera un póquer de estrenos. Cuatro películas, dos españolas -Hierro y Habitación en Roma- y dos extranjeras -Enemigo público nº 1 y Cairo Time-, que darán cuenta de los registros de una actriz dispuesta a ganar la partida. La niña que debutó en 1996 con África no sólo ha madurado, sino que proclama con un orgullo casi militante que en este mundo que glorifica la juventud, a ella nada le gusta tanto como sentir que, por fuera y por dentro, ha crecido.


"mi único pánico es no saber poner cuerpo, cara, corazón y voz al personajede un director"
"mis párpados no funcionan igual. es difícil explicar qué sientes cuando sólo lloras por un ojo"
"soy fuerte porque no queda otra. aprendes a actuar sin destrozarte por dentro
"



Agustín Díaz Yanes, que la ha dirigido en Sin noticias de Dios, Alatriste y Sólo quiero caminar, comparó una vez el idilio con la cámara de Elena Anaya con el de Victoria Abril. "La cámara saca cosas de ella que uno no alcanza a ver en la realidad", apunta el director. "Es una mujer muy interesante, con esa mirada tan especial, esos ojos tan bonitos y tan raros. Su fuerza está en ellos. Puede parecer la más bondadosa o la más turbadora y criminal".
Elena Anaya se crió en Palencia, donde nació en julio de 1975. Una malformación provocada por el fórceps que utilizaron en su parto (que hirió el sistema nervioso simpático) provocó que un ojo fuera verde y el otro marrón. "No, como David Bowie no", corrige ella. "Los míos son como los de Rossy de Palma, que me gusta más".
Se pasó la infancia con un parche en el ojo y subida a un árbol. A la pequeña de tres hermanos siempre le gustó jugar sola. "Llevaba uno de eso parches color carne muy feos, pero mi madre se las ingeniaba para que fueran los parches más bonitos del mundo, me los decoraba con telas y colores. Era increíble. Mi madre me contó que había nacido sin un ojo y que me habían puesto el de otra persona. Ella no sólo no ponía cortapisas a nuestra imaginación, sino que se las arreglaba para multiplicarla. Yo solía subirme a un cerezo que me fascinaba y no me movía de allí, decía que estaba esperando a los elefantes y mi madre no sólo no se cansaba de mi juego, sino que me llevaba la merienda y me preguntaba: ¿y qué tal los elefantes?".
Hija de un ingeniero industrial -"mi padre ponía postes de la luz en todo el mundo", dice con entusiasmo-, sus padres se separaron cuando ella tenía 12 años. "Pero mi sensación no es la de una familia rota, mis padres siempre se han querido y respetado mucho. Como nosotros les queremos y respetamos mucho a ellos. Mi padre es un hombre muy católico y yo hice la primera comunión, pero cuando llegó la confirmación le dije no y fue que no. Es verdad que le hubiera gustado que yo estudiara una carrera, pero siempre me ha apoyado y ha aceptado sin quejarse lo que yo quería".
¿Y qué quería Elena Anaya? "Seguir jugando, por eso quería ser actriz", responde en una cafetería de Madrid con un tono de melancolía que se aleja del de la eterna actriz-niña a la que nos tenía acostumbrados. Entra en el local cargada de bolsas, viaja a Nueva York a la mañana siguiente y acaba de regresar de Málaga. Todo por trabajo. Desde hace unos meses lleva el pelo muy corto y teñido de rubio como si fuera una replicante de Blade runner. "Jamás he mezclado mi vida profesional con la personal, pero tampoco me he escondido por la calle. Cuanto más te tapas, más te miran. Ponte gafas de sol y una gorra y no te dejarán de mirar".
"Me gusta este lugar", dice al referirse a la cafetería HD, en Madrid, que ha sido rehabilitada conservando todo su sabor de los años cincuenta. "Me recuerda a Nebraska, en la Gran Vía; me encantaban todas esas cafeterías maravillosas que ya han desaparecido. Yo llegué a Madrid con 19 años y desde entonces me independicé y me busqué la vida, siempre me he organizado bien. Y siempre me ha gustado mucho la calle". El lugar tiene un público variado: jóvenes trabajando en su ordenador mientras unos jubilados meriendan o un bebé llora. Pide un Bloody Mary y un sándwich, "de esos con aceite de trufa, por favor".
Testaruda. Ése es otro adjetivo que pega con esta actriz. Se deja aconsejar poco en las decisiones sobre su carrera ("tengo una relación maravillosa con mi agente, y somos un equipo, pero siempre decido yo, siempre") y todavía hoy le hierve la sangre al hablar de sus estudios y de cómo la echaron de la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD) por faltar a clase. "Entiendo que sean estrictos, pero yo faltaba a clase porque estaba rodando una película. No tiene sentido". "La verdad es que lo pasé mal desde la prueba de ingreso. Un profesor me descalificó diciéndome de mala manera que yo sólo era un germen de actriz. Al escuchar aquello, yo le mantuve la mirada, desafiándole. Todavía recuerdo mi enfado". De la RESAD pasó a la escuela de Juan Carlos Corazza, donde se ha formado todos estos años y donde acude cada vez que necesita entrenamiento.
"Cada vez que entro en crisis vuelvo a la escuela. Un actor es un atleta, y el entrenamiento es fundamental para nuestro músculo. Cuando acabo mal después de un rodaje, y me ha ocurrido, con ganas de tirar definitivamente la toalla y dejarlo todo, he vuelto a clase y me he recuperado. La última vez cogimos entre tres un texto de Strindberg y lo trabajamos desde todos los puntos de vista; aquello me reactivó, me hizo volver al origen de este trabajo, a los principios que te hacen actor. Me reconcilié otra vez con lo que hago. Es como un concertista o un deportista, es volver a poner tu cuerpo a punto, volver a lo básico, a los detalles. La expresión es sanadora, movilizar lo que tienes dentro te ayuda a atajar problemas, los coges de la mano y los ahuyentas".
Elena Anaya habla de actores que admira porque son "virtuosos en el laboratorio" y luego habla de la importancia de la propia experiencia. "Te da recursos expresivos, sabes mejor de lo que hablas, es más fácil entender lo que es estar destruida o apasionada por algo".
Anaya estrenará el próximo enero Hierro, la película del madrileño Gabe Ibáñez sobre una madre soltera que pierde a su hijo y que se niega a "aceptar lo inaceptable". En febrero está previsto el estreno de Habitación en Roma, su segundo filme con Julio Medem, tras Lucía y el sexo, que narra el encuentro sexual de dos mujeres en la capital de Italia. "Es la historia de una mujer en crisis, que sale a tomar una copa después de la presentación de un trabajo y acaba en la cama con una rusa. En lugar de una noche de sexo y risas, acaba enamorada". Luego seguirán Enemigo público nº 1, la película francesa en la que interpreta a la primera mujer del criminal Jacques Mesrine, interpretado por Vincent Cassel. Y finalmente, Cairo Time, filme canadiense dirigido por Ruba Nadda y protagonizado por Patricia Clarkson; "es un papel pequeño, pero todos los trabajos son importantes para mí", asegura la actriz, que en 2004 dio el salto a Hollywood con Van Helsin, un filme de vampiros protagonizado por Hugh Jackman que pasó sin pena ni gloria.
"Nunca he sentido: ésta es la mía; ni siquiera lo pensé cuando me eligieron para África o para Familia. Siempre pensaba que era la primera y la última, y de alguna manera me sigue pasando. No es miedo al fracaso, mi único pánico es no cumplir las expectativas de un director, no saber poner cuerpo, cara, corazón y voz a su personaje. Las críticas me pueden halagar o hundir, pero no me dan miedo. Mi único miedo es no estar a la altura durante el rodaje. Lo que ocurra después es otro asunto".
"Hierro' es un drama pero la disfruté mucho", dice en referencia a la ópera prima de Gabe Ibáñez que fue presentada en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes y por la que ganó el premio a la mejor actriz en Sitges. El rodaje de Hierro prácticamente empalmó con el de Habitación en Roma: "Ha sido uno de los rodajes más difíciles de mi vida, con un enorme desgaste físico y emocional. Estar desnuda durante casi toda la película es complicado siempre, aunque el equipo te arrope y cuide. Al final, quitarse las bragas es siempre quitarse las bragas, y una actriz no posa, se entrega a lo que hace y ya está. Ha sido un viaje, uno de esos viajes que como actriz te llevan a lugares que no conocías. Al final, lo importante es cuidarte a ti misma, ser coherente contigo y con tu desnudo. A lo mejor a tu lado está una actriz más potente, pero tú eres así, con tus pelos y tu tamaño. A todas nos gusta salir guapas, pero cuando actúas no puedes pensar en eso".
"Yo soy fuerte porque no me queda otra", asegura la actriz. "Necesito ser fuerte, pero soy de esas personas que se vienen abajo y se hacen vulnerables en un segundo. Me voy de un lado a otro con mucha facilidad. Al principio me quedaba muy tocada con los trabajos. Luego te acostumbras y de igual manera que aprendes a cantar sin destrozarte la voz aprendes a actuar sin destrozarte por dentro. Pero antes era de las que llegaban a casa y se ponían a llorar sin poder parar, y me asustaba. Ahora lo separo de mi vida, ocupo una personalidad que no es la mía y sigo adelante, aunque a estas alturas sé que todo lo que he interpretado forma parte de mí, de mi pasado y de mi historia, de mi expresión como actriz y como mujer. Soy todo lo que he vivido o todo lo que he creído vivir". Elena Anaya se despide con tiempo para preparar la maleta. Es verdad que cuando mira puede parecer la chica más alegre del mundo y también la más triste. "Y si estoy cansada o he bebido algo, se me cierra un ojo y no hay manera de abrirlo. Los párpados no funcionan igual. Supongo que es difícil explicar qué sientes cuando sólo lloras por un ojo. Yo no tengo una explicación. Sólo es así".


ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS 20/12/2009

viernes, 18 de diciembre de 2009

Gun Crazy. El demonio de las armas (Joseph H. Lewis, 1965)



Desde su precioso cartel, con su aire de novela pulp por entregas, Gun Crazy se nos presenta como un modélico y magistral exponente de las bondades de la serie B. Rodada en 30 días y con un presupuesto de 400.000 dólares -buenas cifras para una serie B-, la película cuenta, en menos de 90 minutos, una de las más poderosas y turbadoras historias de amor del cine negro. Tal como dice Bart, en una bella metáfora, su unión es explosiva, como la de un arma y su munición, no pueden estar separados.
El demonio de las armas arranca con una antológica secuencia que nos da el tono de lo que vendrá después. Un joven Bart observa con avidez, bajo la noche lluviosa, una pistola expuesta en un escaparate. Acto seguido revienta la luna de una pedrada y roba el arma, todo ello filmado desde el interior de la tienda. Son 9 planos los de esta secuencia prólogo, que nos informan sobre la fascinación que las armas de fuego ejercen sobre el adolescente Bart. A través de unos flashbacks ante el tribunal que le enviará al reformatorio, se nos muestra que, aunque idolatra las armas, es incapaz de hacer daño a un ser vivo. Cuando vuelve a la ciudad años después, tras estar en el ejército, acude con unos amigos a un feria, y allí conoce a Anna Laurie Starr. La fascinación es mutua e inmediata. A partir de aquí sus destinos se unirán indefectiblemente. Primero hacen un número juntos. Luego los atracos, las persecuciones, la eterna huida ..., hasta el trágico y onírico final, rodeados de niebla en tierras pantanosas. Como el pistolero interpretado por Humphrey Bogart en High Sierra o el personaje de Sterling Hayden en La jungla del asfalto, la muerte les llega en plena naturaleza, como si buscaran inconscientemente la pureza en su fatal huida.
No hay en Gun Crazy la más mínima intención moralista, sí una mirada poética, desde dentro de los personajes cuya pasión amorosa no entiende de límites morales. La anécdota argumental esconde un desesperado canto al amour fou que enlaza en sus imágenes la pulsión sexual con la posesión de armas y el acto de disparar.
Varias secuencias permancecen en la retina tras el visionado de El demonio de las armas. Ya hemos hablado de la prodigiosa secuencia que inicia la película y también la del final en la niebla de los pantanos, ambas memorables. La escena del atraco al banco de Hampton es un impresionante tour de force resuelto fantásticamente por la intuición de Joseph H. Lewis. Está rodada en un solo plano secuencia en tiempo real, con la cámara colocada en el asiento de atrás del coche.

La puesta en escena de Lewis es estilizada, vigorosa, ejemplar en cuanto a economía narrativa, con un envidiable sentido de la síntesis y el ritmo, que avanza inexorablemente en un crescendo dramático hacia el desenlace final.
Pero además Gun Crazy cuenta con dos estupendos protagonistas John Dall y Peggy Cummins, dos desconocidos de magnéticas presencia. Si a ello añadimos la magnífica fotografía de Russell Harlan, y el brillante guión firmado por Mackinley Kantor y Millard Kaufman -su autor real fué Dalton Trumbo pero no pudo acreditarse al estar inmerso en las listas negras de la caza de brujas mcarthysta- nos atrevemos a afirmar que Gun Crazy es una jugosa obra maestra salida de la factoría serie B.

martes, 15 de diciembre de 2009

Vivir la vida.

Vidas rebeldes (The Misfits, John Huston, 1961)



  • Marylin Monroe: ¿A qué se dedica?

  • Clark Gable: Me limito a vivir.

  • Marylin Monroe: ¿Cómo se dedica uno a vivir?

  • Clark Gable: Empiezas yendote a dormir. Te levantas cuando te apetece, te rascas, fríes unos huevos, ves qué día hace, le tiras piedras a una lata y te pones a silbar.

  • Marylin Monroe: Ya le entiendo.

lunes, 14 de diciembre de 2009

¿Interesan los Premios del Cine Europeo?

Hoy traigo desde la web filmin esta interesante reflexión sobre los Premios de Cine Europeo:


Lastrados por un complejo de inferioridad galopante, como la gran mayoría de premios cuyo galardón no tiene una espada entre las piernas, los Premios del Cine Europeo llevan más de veinte años entre nosotros y sólo aquellos que optan, han optado u optarán a llevarse alguno saben de su existencia. O, tras lo visto el pasado fin de semana, quizás ni siquiera aquellos que optan, optaron u optarán a un premio se interesan por ellos (las principales actrices no fueron a la gala, entre ellas la ganadora -Kate Winslet). Triste realidad, símbolo desolador, emblema del mal funcionamiento de esa máquina que nunca acaba de ensamblarse llamada Europa.


1. ¿TIENEN RELEVANCIA LOS PREMIOS EN LA TAQUILLA?

Si analizamos los resultados comerciales de los films premiados en los últimos siete años podemos observar que todos fueron éxitos -relativos o absolutos- en los cines de aquí y allá. Una comedia alemana ambientada tras la caída del muro o un drama alemán ambientado antes de la caída del muro recaudaron millones de euros en nuestras salas de exhibición, incluso películas tan difíciles como un drama rumano sobre el aborto, un thriller austriaco que sólo entienden uno de cada 173 espectadores o una ópera prima centrada en una pareja autodestructiva funcionaron mucho mejor de lo esperado. Eso es incuestionable.
La pregunta es: ¿tienen algo que ver los galardones europeos en ello?
La respuesta: poco, muy poco.

2. ¿CATAPULTAN LOS PREMIOS DEL CINE EUROPEO A LOS OSCAR?

No. Definitivamente no. Es más, ser nombrada Mejor Película Europea suele ser sinónimo de: No te van a nominar al Oscar a la Mejor Película de Habla no inglesa
Repasemos los últimos años:
2002. "Hable con ella": premiada al Mejor Guión Original, nominada en la categoría de Mejor Director pero sin posibilidad de competir por el galardón a la Mejor Película de Habla no inglesa pues nuestra Academia había preferido "Los lunes al sol".
2003. "Good bye Lenin": para muchos, la gran favorita para el Oscar. Comedia amable con estrella emergente y tema de gran contenido didáctico, fenómeno universal. Pues bien, ni siquiera fue nominada.
2004. "Contra la pared": demasiada violenta para la Academia, no fue nominada.
2005. "Caché": descalificada pues representaba a Austria y el film había sido rodado en Alemán que es, aunque los académicos de Hollywood no lo sabían en ese momento, el idioma del país.
2006. "La vida de los otros": ganadora. De hecho fue el Oscar lo que proyectó a un film que, recordemos, había sido rechazado por los Festivales de Cannes, Berlín y Venecia. La excepción a tan terrible regla.
2007. "4 meses, 3 semanas, 2 días": ni siquiera nominada.
2008. "Gomorra": ni siquiera nominada.

3. ¿CUÁL ES EL CALENDARIO DE LOS PREMIOS DEL CINE EUROPEO?

O, deberíamos decir: a qué viene nominar en Diciembre de 2009 películas como "Slumdog millionaire" o "The reader" cuya carrera comercial hace medio año que llegó a su fin. O se revisan las normas y se adelantan los calendarios o parece complicado que el público pueda tomarse en serio a unos premios que ahora nominan a aquellos films que la gente ha visto incluso en televisión en abierto.
Sería de agradecer que el próximo año extraordinarios films como "Storm" o "Welcome" (ambos necesitados de proyección mediática) no fuesen desplazados en la lista de nominados por títulos como los firmados por Boyle o Daldry de los que se ha hablado ya, demasiado.

4. ¿ESTÁ TODO PERDIDO?

No, claro que no. Es más, en Europa se entrega el único galardón cinematográfico que puede competir en importancia con el Oscar. Es, obviamente: la Palma de Oro de Cannes. Ese es el verdadero galardón que catapulta a un film a nivel mundial. Ese es el premio más relevante que se da en nuestro continente.
"Hable con ella", "Caché", "4 meses, 3 semanas, 2 días", "Gomorra" y "La cinta blanca" consiguieron premios en el festival francés y posteriormente se coronaron en la gala de Premios del Cine Europeo.

5. ENTONCES, ¿DEBEMOS ELIMINAR LOS PREMIOS?

No, claro que no. Los Premios del Cine Europeo han premiado año tras año a films de incuestionable calidad, son galardones que no catapultan películas a lo más alto de taquilla alguna pero su contribución -aunque ínfima- existe. En cuaquier caso son Premios que necesitan refundarse (ayudar a quien debuta), cambiar sus fórmulas de funcionamiento (otra forma de nominar, otra manera de entregar premios, pensar en Internet) y dotarlos de prestigio (o, porque no, de dinero: director ganador, director que tiene, automáticamente, ayuda en la financiación de su nuevo film).
Si las galas de los Premios tienen más ausencias que presencias, si los Premios siguen centrándose única y exclusivament en el eje franco-alemán, si, en definitiva, nada cambia, todo seguirá igual y eso, desgraciadamente, va a llevar a estos premios que deberían ser tan nuestros al total desinterés.



jueves, 10 de diciembre de 2009

Miradas: Gordon Parks (Kansas, 1912-2006)



Cuando oimos el nombre de Gordon Parks lo primero que nos viene a la memoria es blaxploitation. Shaft (1971) y Shaft's Big Score (1972), ambas dirigidas por Parks,
fueron las impulsotras de tal fenómeno, una serie de películas dirigidas específicamente a la población negra de las grandes ciudades estadounidenses. Además Gordon Parks fue el primer director afroamericano en trabajar en Hollywood en una producción de gran presupuesto.
Pero no solo eso, fue también un fotógrafo, escritor y compositor que utilizó su talento, en gran parte autodidacta, para retratar con una gran carga de compromiso social a la población afroamericana. Como escritor, es autor de dos novelas, abundante producción poética y un extenso libro de memorias en cuatro volúmenes.
En el campo de la fotografía tuvo gran éxito a pesar de no contar con formación profesional y basarse en la intuición. Sus primeros trabajos fueron en el mundo de la moda, no obstante su implicación social en defensa de la integración racial y los derechos civiles le hicieron interesarse por la fotografía documental. Se especializó en temas sociales como el racismo, la pobreza de la comunidad negra en los suburbios de las urbes. Fue fotógrafo para la prestigiosa revista Life entre 1948 y 1972, aunque nunca dejó del todo el mundo de la moda, trabajando asiduamente para la revista Vogue.
Las instantáneas que hoy traigo al blog pertenecen a la revista Life y fueron tomadas por Gordon Parks durante el rodaje de Stromboli.















miércoles, 9 de diciembre de 2009

La música del azar: Clare & The Reasons, "Pluto".

El disco de debut de la banda de Clare Muldaur se titula The Movie y ya desde la portada muy al estilo cine noir, nos introduce en un onírico universo cuyos referentes podrían ser las bandas sonoras de los 60, el jazz lounge o el cabaret. Su pop ensoñador de tonos jazzy se adorna de cuerdas y variadas instrumentaciones para trasladarnos a elegantes universos paralelos, desde suntuosos ambientes cinematográficos a brumosos clubs de jazz. La voz cálida y seductora de Clare nos conquista a la primera escucha cuando entona esta oda a Plutón, el pobre planeta expulsado recientemente del Sistema Solar. Una canción expansiva que invita a levantarse y sonreir ... y a consolar a ese triste Pluto rechazado.

martes, 8 de diciembre de 2009

Still Walking (Hirozaku Kore-eda, 2008)



El autor de Nadie sabe vuelve a trenzar una trama mínima para hablar, sin levantar la voz, de las contradicciones y miserias de la institución familiar. Afirma el director japonés que la película nace de una necesidad muy personal, -" En los últimos seis años perdí a mis dos padres. Sentía que les debía algo."- de un ajuste de cuentas con sus padres, con la generación de sus padres y consigo mismo como representante de una generación atrapada entre la tradición y la modernidad. Lo que Still Walking cuenta es una reunión familiar en la casa de los padres en un día de verano. Los padres, ya rebasados los 70, reciben a la hija con su marido y sus niños, y al hijo con su esposa viuda y con un hijo, en una jornada que pasarán juntos en la que llaman "la casa de la abuela",para disgusto del abuelo, y que será reveladora de conflictivas emociones ocultas. La algarabía de los nietos será solo un paréntesis en el silencio que envuelve la casa. El hijo ausente, muerto hace años cuando intentaba salvar a un niño en la playa, será un personaje más, siempre presente en las conversaciones, en los silencios, en los reproches. La madre, infatigable, queriendo siempre estar pendiente de todo. El padre, huidizo, incapaz de comunicarse y mostrar afecto. La hija, cargando con todo el peso de su género. El hijo, menospreciado, al no haber cumplido las espectativas puestas en él por su padre. Cada gesto, cada silencio, cada diálogo, por banales que parezcan, aportan información sobre la ingratitud, la indiferencia, el egoismo, los sentimientos que se enquistan con el tiempo.
Kore-eda no busca provocar reacción alguna en el espectador, tan sólo deja fluir la narración con la lenta cadencia del verano. Las miradas, las conversaciones, los gestos, aunque puedan parecer intranscendentes, dejan en la película, al final, un poso de tristeza.
Still Walking es también un retrato del Japón actual, de cómo funcionan las relaciones entre padres e hijos, del choque que se produce entre la tradición y la modernidad en el seno de la familia.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Encadenados (Alfred Hitchcock, 1946)




En el improbable caso de que hubiera de quedarme con una sola de las películas del maestro Hitchcock, mi elegida sería Encadenados (Notorius, 1946). Un film que es un condensado de toda la pericia cinematográfica de Sir Alfred, un equilibrio perfecto entre su lado más personal y los pactos a que se debía someter todo aquel director que trabajara en el sistema de estudio de los años dorados de Hollywood. Encadenados combina en perfectas dosis, el thriller de suspense, una suntuosa historia de amor a tres bandas, y una intriga internacional. Si a ello añadimos un magnético Cary Grant en una extraordinaria interpretación y una bellísima Ingrid Bergman, cuyo rostro irradia luz en cada fotograma, la dicha es completa.
Un brillante guión firmado por Ben Hecht -autor de libretos para Hawks, Preminger y Wilder, entre otros- es puesto en imágenes por Hitchcock mediante una deslumbrante puesta en escena, en la que algunas de sus secuencias son verdaderas set pieces dignas de permanecer en el Olimpo de la Historia del Cine, así en mayúsculas. Así, la escena del beso entre Grant y Bergman con un teléfono de por medio, es un prodigio de soterrado erotismo, en la que Hitchcock consiguió burlar a la censura interrumpiendo el beso cada 3 segundos pero sin llegar a romper nunca el abrazo amoroso entre los dos amantes. Mientras Grant habla por teléfono, él y Ingrid se besan una y otra vez con las interrupciones de las conversaciones de Grant con sus superiores que le comunican que Bergman debe casarse con el nazi Sebastian (Claude Rains) para poder espiarle más directamente. Puro Hitchcock. Otra de las secuencias que ha pasado a la Historia del Cine es aquella en que Ingrid Bergman le quita la llave de la bodega a su marido Sebastian y baja con Grant a investigar. Es la quintaesencia del estilo hitchcockiano de creación del suspense con los planos precisos para jugar con las emociones del espectador. Basándose en objetos cotidianos (una botella de champagne, una llave) alcanza una progresiva atmósfera de tensión en la que los objetos parecen cobrar una amenazadora vida propia.

Como hemos dicho más arriba en Encadenados hay tres historias, o mejor dicho, tres líneas temáticas. En primer lugar, y a mi juicio la más interesante, es la tortuosa historia de amor entre Cary Grant e Ingrid Bergman. Desde ese antológico beso en el apartamento hasta los encuentros en el banco de un parque en los que se esconden los sentimientos, estamos ante una historia de amor con un claro componente masoquista. Cary Grant está enamorado de Ingrid Bergman pero ello no es obstáculo para que la induzca a la conquista del nazi Sebastian y hasta le proponga que contraiga matrimonio con él, anteponiendo su sentido del deber a sus sentimientos. Hay en su relación un juego de equívocos constante en unos personajes que no son sinceros uno con el otro. Se muestran permanentemente a la defensiva a la hora de expresar sus emociones atrapados en el conflicto entre amor y deber. Sebastian, el villano, es mucho más sincero. Le entrega su amor, confiado, a Ingrid Bergman sin pedir nada a cambio. Solo su madre, una rebequiana malvada le abrirá los ojos a la verdad del engaño. En este juego de ambigüedades Hitchcock se mueve como pez en el agua con una extraordinaria riqueza de matices en los personajes apoyada en su maestría en la puesta en escena que evita la retórica y el subrayado.
Por otro lado, tenemos la trama de la intriga en sí, especialidad de la casa, que sirve de base al director inglés para desarrollar esos virtuosos mecanismos visuales siempre puestos al servicio de la historia, un fluida narración en la que Hitchcock a través de lo puramente visual sitúa al espectador ante un carrusel de emociones. Por último, el trasfondo o la intriga política, para Sir Alfred lo menos importante, tal vez sólo una excusa sobre la que plantar su juguete preferido y demostrar la maestría en su manejo. Aquí el tópico del macguffin hitchcockiano es el uranio en poder de los nazis que guardan en botellas de champagne en la bodega.
Al final, el happy end con el que acaba la película , el rescate de Grant a una Bergman envenenada en la mansión de Sebastian, en otra muestra del cinismo de Hitchcock, está montado sobre un frío crimen en el que las dos supuestas víctimas son en realidad los verdugos.
Si el cine es el summum de la manipulación, Alfred Hitchcock es el Gran Manipulador.