miércoles, 29 de diciembre de 2010

Colorado Jim (Anthony Mann, 1953)


"Un western es una cosa maravilosa porque tomas a un grupo de actores que siempre han actuado en un escenario o en estudios cerrados y ahora los lanzas contra los elementos. Y los elementos les hacen mucho más grandes como actores que si estuvieran simplemente en una habitación porque tienen que gritar más fuerte que el viento, tienen que sufrir, tienen que escalar montañas... (...) ¿Por qué el western americano tiene tanto éxito en todo el mundo? Es porque un hombre dice: Voy a hacer algo. Y lo hace."
(Anthony Mann)
.
.
.
James Stewart y Anthony Mann rodaron juntos 5 westerns en poco más de 5 años -Winchester 73 (1950), Horizontes lejanos (1952), Colorado Jim (1953), Tierras lejanas (1955) y El hombre de Laramie (1955)-, en los que el actor encarnó a ambiguos antihéroes, hombres tenaces que luchan hasta el límite de sus fuerzas, incluso superando sus limitaciones, para lograr su objetivo. Es ésta una de las más personales aportaciones de Mann al género. Son personajes que huyen de su pasado, seres atormentados que se debaten entre la violencia y su reverso, individualistas y solitarios, en el fondo débiles aunque nunca se den por vencidos.
.
Colorado Jim es un western itinerante con 5 únicos personajes rodado todo él al aire libre en majestuosos escenarios naturales de las Monrañas Rocosas.
Howard (James Stewart), Ben (Robert Ryan), Lina (Janet Leigh), Roy (Ralph Meeker) y Jesse (Millard Mitchell) concentran la idea sobre la que se sustenta la película: la codicia como motor de sus actos. En ese camino que han de hacer unidos para llevar al forajido Ben (espléndido Robert Ryan) hasta Abilene para ser entregado a la justicia y cobrar la suculenta recompensa, unos y otros se vigilan , se acechan, buscando aprovechar cualquier momento de debilidad del otro. Entre esos personajes, la mujer se convertirá finalmente en una especie de conciencia de Howard y provocará en él su cambio de actitud final. Este itinerario le sirve a Mann y a sus guionistas Sam Rolfe y Harold Jack Bloom para construir un elaborado juego psicológico en el que predomina la palabra sobre la acción, con la que cada personaje busca sacar ventaja sobre el resto. Es un western que deja poco lugar para la identificación con el grupo casual de cazarrecompensas, unos seres que en realidad poco se diferencian del forajido Ben, al que pretenden entregar, pero no movidos por el altruismo o por un afán de justicia, para ellos es simplemente una importante suma de dinero. El único momento en que vemos actuar unido a grupo es por una simple cuestión de supervivencia al ser atacados por los indios pies negros que acaban masacrados en una secuencia de gran violencia.
Y como un personaje más tenemos el paisaje de las Rocosas. Apenas hay un plano de Colorado Jim que no esté dominado por un entorno natural majestuoso que es determinante en el desarrollo y resolución de la trama. Es magistral la utilización que hace Mann y su director de fotografía William C. Mellor de ese paisaje como elemento con el que los protagonistas han de enfrentarse para lograr su objetivo. Es un empleo funcional, nunca estético.
El duelo final en una escarpada montaña junto a un caudaloso río recuerda al de Winchester 73 y da título a la película, The Naked Spur, pues es una espuela la que sirve a Howard para escalar las rocas y al lanzarla al rostro de Ben, evitar que le mate. La secuencia de Ben apostado en el acantilado a punto de verse cara a cara con Howard que a duras penas está llegando a la cima rocosa es impresionante. En plano general les vemos a los dos con el río abajo, apenas les separan un par de metros pero ellos no se ven. Como en todos los westerns de Mann las imágenes transmiten una viva sensación de fisicidad.
.
.
.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Una puta en casa.



Bésame tonto (Billy Wilder, 1964)
.
.

  • Kim Novak: Debería avergonzarse de su comportamiento. Pone usted carita de niño bueno y así engaña a la pobre gente que confía en usted.
  • Ray Walston: No lo entiende, usted no es para mí, es para él.
  • Kim Novak: ¡¿Quién es él?!
  • Ray Walston: Ése, el que está durmiendo.
  • Kim Novak: Oiga ¿a qué jugamos? ¿a botella borracha? Barney dice que no es para él sino para usted, y ahora usted dice que no es para usted sino para un amigo suyo.
  • Ray Walston: Llamarle amigo sería un poco exagerado, sería más bien una transacción comercial, y a él le gusta siempre tener plan. Por mí, que haga lo que le dé la gana, pero no con Zelda.
  • Kim Novak: ¿Quién es Zelda?
  • Ray Walston: Usted.
  • Kim Novak: ¿Yo?
  • Ray Walston: Mi mujer. Pero esta noche usted es mi mujer. Así que usted es Zelda.


martes, 21 de diciembre de 2010

Miradas: Murray Garrett.




































Más fotos de Murray Garrett aquí

viernes, 17 de diciembre de 2010

De los nombres de los gatos.






-- Audrey Hepburn: Pobre gato viejo. Pobre vagabundo. Pobre vagabundo sin nombre. No tengo derecho a ponerle uno. No somos dueños ni el uno ni el otro. Tan sólo nos conocimos. No voy a ser dueña de nada hasta que encuentre un lugar donde yo y las cosas vayamos juntas. No sé dónde está, pero sí cómo debe ser. Debe ser como Tiffany's.
.
-- George Peppard: ¿Tiffany's? ¿La joyería?
.
-- Audrey Hepburn: Eso es. Tiffany's me vuelve loca. Oye ¿recuerdas los días en que tienes un bajón miserable?
.
-- George Peppard: ¿un bajón miserable? ¿quieres decir una depresión?
.
-- Audrey Hepburn: una depresión te da cuando engordas o cuando llueve, eso es todo. Los bajones miserables son terribles. De pronto tienes miedo y no sabes ni por qué. ¿nunca te pasa eso?
.
-- George Peppard: Claro que sí.
.
-- Audrey Hepburn: Cuando me siento así, lo único que me ayuda es coger un taxi e ir a Tiffany's. Me tranquiliza de inmediato. La paz y el orgullo que tiene. No puede pasarte nada malo allí. Si yo pudiera encontrar un lugar verdadero que me hiciera sentir como Tiffany's, entonces me compraría unos muebles y le pondría nombre al gato.
.
.

martes, 14 de diciembre de 2010

Valeria Bruni-Tedeschi, actriz y directora.




Lo que menos interesa de Valeria es que sea la cuñada del estirado de Sarkozy. Seguro que no se llevan nada bien. Pasemos página.
Da Valeria Bruni-Tedeschi me quedo con sus profundos ojos azules de melancólica mirada, con esa forma que tiene tan liviana de aparecer y desaparecer, con ese charme y glamour tan francés para una italiana como ella, con su sonrisa desbordante, con su discreta distinción...
.
.


.
.
Nacida en Turín en 1964, vivió en Italia hasta los nueve años. Toda su adinerada familia se trasladó a Francia, en una época convulsa para Italia en la que el grupo terrorista de Las Brigadas Rojas extorsionaba a los magnates de la industria con la amenaza del secuestro de sus hijas. Así pues, prácticamente toda su educación es francesa. De hecho tiene la doble nacionalidad.
.
.



.
.
Su formación como actriz se gesta en el Théâtre des Amandiers de Nanterre, donde daba clases Patrice Chéreau, quien la hizo debutar en el cine con Hotel de France (1987). A partir de aquí su filmografía no para de crecer, casi siempre a razón de más de una película por año, alternando Francia con Italia, aunque a partir del año 2000 su carrera transcurre casi en su totalidad en el país galo. Una lástima que muchas de ellas no hayan podido atravesar las duras fronteras de la distribución y no se estrenaran en España. Hasta ha tenido una incursión en Hollywood con un papel secundario en Munich (2003) de Steven Spielberg. Repetirá con su descubridor, Patrice Chéreau en dos películas muy diferentes: la histórica La Reina Margot (1993) y el drama Los que me quieren cogerán el tren (1997). También tiene un Chabrol en su filmografía, En el corazón de la mentira (1998), en la que interpreta a una sagaz policía. Pero donde más me gusta Valeria es en dos películas de temática parecida y muy distinta puesta en escena: 5 x 2 (Cinco veces dos) (2004) de François Ozon y Un couple parfait (2005) de Nobuhiro Suwa, dos películas sobre la crisis de una pareja, bastante superior la del director japonés.
.
.



.
.

Pero no solo es actriz Valeria, también ha dirigido dos películas de marcado tono autobiográfico (ella misma interpreta en las dos a la protagonista y su propia madre, Marysa Borini hace de su madre en la ficción): Es más fácil para un camello... (2003) que tuvo un considerable éxito en Francia además de ganar el Premio Louis Delluc a la mejor ópera prima y Actrices (2007).
.
.


.
.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Alegría por Mónica Bellucci, un poema de Batania.

.
Cuántas veces
Madrid,
tardes de esparto y color
sucio, mirlos y lunes
gritando, bares
de piedra y torcedura,
he pensado
dejarte,
borrar el turrón duro
de tus ojos, subir
a mi alfombra
de magia y con una
manzana en la mano
seguirla a
Perugia,
Milán,
París,
Cannes,
Berlín,
seguirla a
Hollywood,
Melbourne,
Tokio,
Moscú,
Nueva York,
dejar de una vez
mi vida de miércoles,
mis sueños de miércoles,
mis noches de miércoles,
y salir en busca
de la mujer
cuyo nombre,
Monica Bellucci,
siempre va solo
en el mismo verso,
la mujer cuyas letras,
Monica Bellucci,
nunca se unen
a otras
en el mismo verso,
la mujer fiesta,
la mujer rojo,
la mujer beso,
la mujer que vive
siempre en domingo,
en domingo barco,
en domingo tigre,
en domingo siempre,
cuántas veces
he pensado dejar
tus bolardos,
Madrid,
dejar tus calles
y paredes manchadas
de blanco,
dejar de una vez
mi dudosa
poesía
y partir en busca
de la suya,
su eterna y segura
y perfecta poe
Monica.
´
´
Batania

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Dirigido por ... Zhang Yimou (II). De Keep Cool a La Maldición de la Flor Dorada.


Con Keep Cool (1997) Yimou demuestra que lo suyo no es seguir por una senda trillada y sorprende a todo el mundo con una ruptura radical de estilo. Aquí todo es urbano, moderno, frenético, la cámara no deja de moverse, el montaje es cortante en ese recorrido por la China urbana contemporánea, rodaje en Pekín incluido, un mosaico impresionista que no gustó a las autoridades chinas que prohibieron su exhibición en Cannes, aunque una copia clandestina pudo ser proyectada en el Festival de Venecia donde este radical giro no fue muy bien recibido y se fue sin premios. Es la primera película del director sin Gong Li tras la ruptura de la pareja.
Su ritmo de trabajo prosigue incansable y en 1999 tiene listas ¡2 películas!: El camino a casa y Ni uno menos. En El camino a casa no hay ninguna pretensión de renovación o ruptura. Es tan solo la conmovedora historia de un amor contada con ternura, limpieza formal y clasicismo. A través de un relato situado en el mundo rural se aprecia un enfrentamiento entre tradición y modernidad. mientras que la vida actual está retratada en un desvaido blanco y negro, el relato central sobre el noviazgo entre la joven del pueblo y el maestro que viene de la ciudad, está fotografiado en preciosos colores. En El camino a casa Yimou extrae auténtica poesía visual de una trama simple en la que el director recrea paisajes e interiores, ceremonias y rituales, vestuarios, rostros, gestos y miradas, logrando un film de serena belleza. Una jovencísima Zhang Ziyi debuta en el cine en esta película.
En Ni uno menos, Yimou, recupera el ámbito rural y el tono documental de Qiu Ju, una mujer china llevándolo un paso más: no hay actores, todos hacen de sí mismos. El director chino quiere ser lo más cercano posible a los personajes. Casi todos los diálogos se van improvisando día a día. La trama no puede ser más simple: una niña de 13 años tiene que sustituir al maestro de una aldea que se debe ausentar por un mes. Sus relaciones con los alumnos, algunos apenas 3 años menores que ella, son difíciles. Eso, y su aventura en la ciudad en la búsqueda de un alumno que ha ido allí a buscar trabajo, es todo su argumento. Con un estilo deudor del Neorrealismo (aquí vuelve a utilizar la cámara oculta) Ni uno menos se erige como una película de de sentimientos directos, un canto a la solidaridad y la esperanza aun en los medios más duros.
En Happy Times Zhang Yimou incide en los ambientes urbanos de Keep Cool añadiendo esta vez un tono cómico de comedia costumbrista hasta ahora inexistente en el cine del director. La narración es sencilla, la puesta en escena funcional. Hay momentos que parecen un homenaje al Chaplin de Luces en la ciudad.
Con Hero y las 2 películas que le siguen, La casa de las dagas voladoras y La Maldición de la Flor Dorada, vuelve a dar un giro a su filmografía. Son películas de alto presupuesto, movimientos de cámara espectaculares, multitud de extras, tono operístico para, en el fondo, historias intimistas de arrebatadora belleza plástica y gran riqueza visual. Cine para ver y disfrutar en una pantalla lo más grande posible. Películas que manejan una especie de star system asiatico: Jet Li, Tony Leung, Maggie Cheung, Zhang Ziyi, Takeshi Kaneshiro, Andy Lau, Gong Li, Chow Yun-Fat.
Hero (2003) pone en escena con apabullante brillantez formal un wuxia (tradicinal aventura épica de artes marciales). El tratamiento dramático del color vuelve a ser aquí uno de los puntos fuertes, aunque esta vez de manera menos sutil, pero eso sí, de una belleza visual impresionante. Es una película que juega con el punto de vista al modo del Rashomon de Kurosawa, pero, como hija de la posmodernidad que es, se apunta a explorar la línea de esas películas que cuestionan el status del propio relato manipulando su condición ortodoxa. Así, podríamos interpretar Hero, como un juego mental en el que nada de lo que vemos debe ser tomado como algo real o cierto. Es Hero un film esencialmente visual, un disfrute de los sentidos, una película para ver más de una vez.
La casa de las dagas voladoras (2004) continúa la senda iniciada por Hero. Esta vez las fantasiosas coreografías de luchas de artes marciales envuelven una preciosa historia de amor a tres bandas en la que romanticismo y fatalismo se dan la mano. De nuevo luce el virtuosismo de Yimou (la escena coreográfica en la Casa de las Peonias), otra vez los colores (esas secuencias en el bosque de bambú). La película funciona con una mayor coherencia dramática que Hero, que por momentos, parecia una sucerión de extraordinarias set pieces.
La tercera de esta imposible trilogía es La Maldición de la Flor Dorada (2006) y supone el reencuentro con Gong Li. Es otro espectáculo multicolor, de coreográficas batallas, dentro de un esqueleto de drama shakespereano de intrigas palaciegas puntuadas por breves y llamativos estallidos de violencia. Para mi gusto, un punto por debajo de las dos películas anteriores.
.
.
.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Las contradicciones de una sala de cine vacía.



Leído en el muy recomendable blog de Xavier Vidal Cinoscar & Rarities:



Es un gustazo ver una película. La gente no lo suele entender, pero concibo el cine como una experiencia un tanto egoísta. La pantalla y yo: esos son los protagonistas. Hubo un tiempo que buscaba esas sesiones en las que las salas parecen quedarse desiertas: en términos cinéfilos, horarios matinales o primeras sesiones. Hay sin duda mucha gente totalmente adicta al atractivo de la sala de cine vacía. Ver una película solo, a oscuras, es casi un acto de rebeldía, y más cuando la sala de al lado cuenta con gente entre sus butacas. En esos momentos sólo se oye el crepitar de las imágenes. El cine debe ser un lugar de sosiego, y los fotogramas de la pantalla la única y más importante acción. Es como viajar solo. En esos momentos, si la dicha es buena y la película acompaña, la conexión entre lo visto y nuestros ojos puede ser total. Todo sin que la señora de dos filas más abajo vaya replicando cada decisión o frase de la protagonista (eso me ocurrió con Babel). Sin que tengamos que ver cómo algunos espectadores abandonan la sala al comprobar que esperaban otra historia. Sin aguantar a niños ni mayores, ni el crujido de las palomitas o el molesto sonido que deja la pajita del refresco cuando la lata ya está vacía. Ni qué decir del ritmo que deja masticar chicle. Nunca he podido ver y comer. En el cine reflexiono, no por obligación ni por oficio, sino de manera involuntaria. No concibo el cine de otra manera. Hace poco me preguntaba por qué siempre recuerdo en qué cine e incluso en qué sala de ese cine vi una u otra película. Puede que me guíe por un instinto friki que soy incapaz de dominar ni describir, pero también me mueve el respeto que tengo hacia la sala de cine. Como espacio y como modo de vida. Porque cada sala tiene su arquitectura y su magia. Ver una película en la sala 1 o en la 3 deja de ser algo casual para contener todo el sentido del mundo. Y como la sala es un lugar de culto, aun a sabiendas de que soy el único espectador presente, no puedo tumbarme, poner las piernas en los respaldos contiguos o similares. Hay otra certeza que, en el fondo, me aterra. Creo que las mejores películas de los últimos años las vi solo, o al menos con muy poca gente en la sala de turno. Porque la sala de cine vacía se llena, paradójicamente, de anécdotas. Esa sesión de Dogville con 10 personas, aunque yo fui el único que vio el final. El pase de Caché, en el que los cuatro gatos que habíamos madrugado ese domingo de febrero gritamos al unísono cuando Maurice Bénichou se corta el cuello con una navaja. Y así hasta infinidad de tramas, algunas más complejas que las que en su día ideó el guionista o director. La sala de cine vacía es un lujazo...
Pero una sala de cine vacía, irremediablemente, es síntoma de que algo ha sucedido. ¿Qué sentido tiene ver una película sólo, si la modernidad ya ha traido consigo los home cinema a nuestras casas? A veces pienso que por cada sesión sin entradas vendidas, alguien pierde su puesto de trabajo. Ha fallado el marketing, la película no ha sabido encontrar su público potencial o las cintas 'de al lado', las de las salas colindantes, han ejercido un poder catalizador de público. Porque, si cada semana se estrenan infinidad de títulos, es casi un defecto del sistema que los multicines tengan salas vacías. A veces, y aunque nos pese a los que somos cinéfilos, hay películas que no pueden ni deben salir de las grandes capitales, ya que cualquier intento por llenar la cartelera de cines más modestos acaba en la incomprensión del público (por este motivo, no podré ver Biutiful o Neds hasta el año que viene). Hay que educar al público a ver cine, y no parece que el entorno perfecto sea una sala vacía. Pero no hay nada que se pueda predecir ni un cine que esté predestinado a la sala vacía: no tardaríamos demasiado en citar grandes producciones que acabaron sin pena ni gloria y propuestas más modestas que estuvieron semanas y semanas en cartel. Sea como sea, una sala de cine vacía debería entenderse como un mal común que repercute a todos, un atentado contra la cultura y, sobre todo, una imagen triste que es también la estampa que define la crisis de toda la indústria cinematográfica. Por eso, cada vez que termino de ver una película en una de esas salas solitarias, pienso que la película ha quedado en la sala, sin generar un boca a oreja. Si al final las obras maestras las decide el gran público, es muy probable que genialidades que se han proyectado sin público pasen al anonimato. Aunque la historia también está llena de títulos incomprendidos que han llenado salas, pero solo posteriormente, incluso años después de su estreno (el caso de Blade Runner, que en el verano del 1982 perdió la guerra de crítica y público frente al éxito de E.T.). En resumen, la sala vacía de cine tiene su encanto y no deja de ser un reflejo tétrico de un problema mayor. Imposible no quererla, imposible no odiarla. Una contradicción, lo dicho.
Xavier Vidal de las Heras