jueves, 25 de marzo de 2010

Un couple parfait (Nobuhiro Suwa, 2005).



Las películas de Nobuhiro Suwa que he podido ver -2 Duo (1997), M/other (1999) y Un couple parfait (2005), me faltan H Story (2001) y la única hasta ahora estrenada en España Yuki & Nina (2009)- giran siempre, obsesivas, sobre un mismo tema, la ruptura amorosa, que el realizador japonés observa en inquietante tiempo real: el desgaste de la vida cotidiana en común, cómo los sentimientos se vician al contacto con la rutina. Como los grandes autores, Suwa parece querer estar rehaciendo con cada film una misma obra. Consciente de sus limitaciones, y al igual que sus personajes, sus ficciones -si es que esa palabra tiene algún sentido en su cine- avanzan a base de impulsos, tentativas, sujetas a las mismas contradicciones que superan a sus actantes.

En Un couple parfait (Una pareja perfecta) Marie (Valeria Bruni-Tedeschi) y Nicolas (Bruno Todeschini) son un matrimonio con 15 años de vida en común a sus espaldas. Él es arquitecto. Ella ha dejado atrás sus aspiraciones artísticas en el campo de la fotografía. La pareja, que reside en Lisboa, llega a París para asistir a una boda, y en una cena anterior con unos pareja amiga, Nicolas les dice que han llegado a un acuerdo para divorciarse. Ellos se quedan sorprendidos. Nicolas y Marie, dicen, son para todos la pareja perfecta.
A partir de tan mínima trama, Suwa expone cómo dos personas que han compartido tantas vivencias y sentimientos llegan a un punto en el que no hay vuelta atrás y el afecto es vencido por la constatación de que ya nada es lo que fue. La erosión del tiempo en los sentimientos ha provocado en ellos el desconcierto y aunque se autoengañan pensando en que siempre habrá una nueva oportunidad, no queda nada de las ilusiones que crearon la pareja.

El método de trabajo del cineasta japonés es el de la creación conjunta mediante la libertad y la improvisación. Hace de sus actores tan autores como él de sus películas, dándoles ligeras indicaciones y fomentando en ellos la improvisación. Un couple parfait se rodó en París en apenas once días con una cámara digital. Ello no es óbice para que la planificación visual resulte esquisita. Hay momentos en los que los planos parecen congelarse y transformarse en verdaderos cuadros de la desolación.
La película está hecha de pocos planos, casi siempre estáticos y larguísimos. Los movimientos de cámara no existen o son apenas perceptibles la mayoría de las veces. Hay un juego muy conseguido con el fuera de campo en los diálogos, un esplendido sonido directo en el que oimos hasta respirar a los actores. La cámara les espera, y son sus cuerpos los que entran y salen de plano, a veces utilizando magníficamente el recurso de la puerta que les separa. Suwa filma a Nicolas y Marie desde la distancia, como si no quisiera inmiscuirse en sus asuntos, muchas veces desde el otro lado de esa puerta que les separa en la habitación del hotel y que viene a simbolizar el estado de su relación. Solamente en algún momento aislado que el director quiere remarcar, su cámara cierra el foco sobre los rostros y abandona su estatismo. Otra característica son los bruscos fundidos a rojo sin que cambie la escena, que llegan a incomodar y cuyo significado se me escapa. Producen en el espectador un efecto de extrañeza. Es como un larguísimo parpadeo mirando al sol.
El director japonés opta por un radical despojamiento con el que el espectador/a pueda construir con su experiencia su propia película. Nada sabemos acerca de la relación entre Nicolas y Marie. Sus conversaciones no pasan de los monólogos entrecortados de ella y los silencios de él. Sus desencuentros son constantes. Nobuhiro Suwa, que se reconoce devoto de Renoir, Godard, Eustache Garrel, y sobre todo de Rossellini, hace en Un couple parfait una especie de reescritura de Te querré siempre del maestro italiano. La visita de Marie (colosal Valeria Bruni-Tedeschi) al Museo Rodin de París está filmada de la misma forma que Rossellini captaba a Ingrid Bergman paseando entre las esculturas del Museo Antropológico di Capodimonte en Nápoles. Las dos mujeres buscan el el Museo algún tipo de consuelo pero el contraste entre el Arte y la realidad sólo les provoca más tristeza y desconcierto.
El final de Un couple parfait , en la estación, igual que los finales de 2 Duo y M/other, con ese atisbo de reconciliación puede resultar algo desconcertante y contradictorio, como contradictorios son muchas veces los sentimientos de Nicolas y Marie. La maleta de Marie se va con el tren, pero ella no sube. Nicolas se queda frente a ella en silencio. Ninguno de los dos sabe qué decir. El plano se alarga hasta la incomodidad... No hay happy end, sólo la fragilidad que anida en el inútil autoengaño de los sentimientos.





2 comentarios:

David dijo...

No he visto ninguna de este hombre. Me ha gustado tu comentario. El final de la peli me parece estupendo y necesitas revisar un poco el post. Un saludo.

Odile dijo...

El mundo de la pareja es complejo pero Suwa en esta película (y también en otras) es capaz de simplicarlo y hacerlo universal. La comunicación, los sentimientos, la atracción sexual, la rutina doméstica son lugares comunes para las personas que deciden vivir en pareja. Me encanta la forma de mostrar que tiene este director, la sutileza para captar matices, los silencios y esa cámara impasible que te muestra la vida tal y como es.

Un petó de primavera