viernes, 4 de diciembre de 2009

Encadenados (Alfred Hitchcock, 1946)




En el improbable caso de que hubiera de quedarme con una sola de las películas del maestro Hitchcock, mi elegida sería Encadenados (Notorius, 1946). Un film que es un condensado de toda la pericia cinematográfica de Sir Alfred, un equilibrio perfecto entre su lado más personal y los pactos a que se debía someter todo aquel director que trabajara en el sistema de estudio de los años dorados de Hollywood. Encadenados combina en perfectas dosis, el thriller de suspense, una suntuosa historia de amor a tres bandas, y una intriga internacional. Si a ello añadimos un magnético Cary Grant en una extraordinaria interpretación y una bellísima Ingrid Bergman, cuyo rostro irradia luz en cada fotograma, la dicha es completa.
Un brillante guión firmado por Ben Hecht -autor de libretos para Hawks, Preminger y Wilder, entre otros- es puesto en imágenes por Hitchcock mediante una deslumbrante puesta en escena, en la que algunas de sus secuencias son verdaderas set pieces dignas de permanecer en el Olimpo de la Historia del Cine, así en mayúsculas. Así, la escena del beso entre Grant y Bergman con un teléfono de por medio, es un prodigio de soterrado erotismo, en la que Hitchcock consiguió burlar a la censura interrumpiendo el beso cada 3 segundos pero sin llegar a romper nunca el abrazo amoroso entre los dos amantes. Mientras Grant habla por teléfono, él y Ingrid se besan una y otra vez con las interrupciones de las conversaciones de Grant con sus superiores que le comunican que Bergman debe casarse con el nazi Sebastian (Claude Rains) para poder espiarle más directamente. Puro Hitchcock. Otra de las secuencias que ha pasado a la Historia del Cine es aquella en que Ingrid Bergman le quita la llave de la bodega a su marido Sebastian y baja con Grant a investigar. Es la quintaesencia del estilo hitchcockiano de creación del suspense con los planos precisos para jugar con las emociones del espectador. Basándose en objetos cotidianos (una botella de champagne, una llave) alcanza una progresiva atmósfera de tensión en la que los objetos parecen cobrar una amenazadora vida propia.

Como hemos dicho más arriba en Encadenados hay tres historias, o mejor dicho, tres líneas temáticas. En primer lugar, y a mi juicio la más interesante, es la tortuosa historia de amor entre Cary Grant e Ingrid Bergman. Desde ese antológico beso en el apartamento hasta los encuentros en el banco de un parque en los que se esconden los sentimientos, estamos ante una historia de amor con un claro componente masoquista. Cary Grant está enamorado de Ingrid Bergman pero ello no es obstáculo para que la induzca a la conquista del nazi Sebastian y hasta le proponga que contraiga matrimonio con él, anteponiendo su sentido del deber a sus sentimientos. Hay en su relación un juego de equívocos constante en unos personajes que no son sinceros uno con el otro. Se muestran permanentemente a la defensiva a la hora de expresar sus emociones atrapados en el conflicto entre amor y deber. Sebastian, el villano, es mucho más sincero. Le entrega su amor, confiado, a Ingrid Bergman sin pedir nada a cambio. Solo su madre, una rebequiana malvada le abrirá los ojos a la verdad del engaño. En este juego de ambigüedades Hitchcock se mueve como pez en el agua con una extraordinaria riqueza de matices en los personajes apoyada en su maestría en la puesta en escena que evita la retórica y el subrayado.
Por otro lado, tenemos la trama de la intriga en sí, especialidad de la casa, que sirve de base al director inglés para desarrollar esos virtuosos mecanismos visuales siempre puestos al servicio de la historia, un fluida narración en la que Hitchcock a través de lo puramente visual sitúa al espectador ante un carrusel de emociones. Por último, el trasfondo o la intriga política, para Sir Alfred lo menos importante, tal vez sólo una excusa sobre la que plantar su juguete preferido y demostrar la maestría en su manejo. Aquí el tópico del macguffin hitchcockiano es el uranio en poder de los nazis que guardan en botellas de champagne en la bodega.
Al final, el happy end con el que acaba la película , el rescate de Grant a una Bergman envenenada en la mansión de Sebastian, en otra muestra del cinismo de Hitchcock, está montado sobre un frío crimen en el que las dos supuestas víctimas son en realidad los verdugos.
Si el cine es el summum de la manipulación, Alfred Hitchcock es el Gran Manipulador.

1 comentario:

Bargalloneta dijo...

Quina meravella!!!
aqui m'has tpcat la fibra més sensible!!!
Ingrid Bergman, la meva actriu preferida en una de les seves millors interpretacions!!!!!
Excel.lent anàlisi...... gràcies!