jueves, 20 de noviembre de 2008

In the Mood for Love. Deseando amar (Wong Kar-Wai, 2000)


Película sencilla y artificiosa, arrebatadora, deslumbrante, tremendamente cool, fascinante, melancólica, glamourosa, elegante, efímera y permanente, clásica y atemporal, estilizada, romántica, primorosa, susurrante, sensual, barroca y evanescente, ... en la que Wong Kar-Wai alcanza la cima de su talento y consigue una auténtica lección de estilo y escritura cinematográfica, de planificación y puesta en escena y, en fin, de una mirada propia para contar una historia con todos los elementos a su alcance. Un film que se expresa de manera apenas susurrada, pero en cuyo interior bulle una pasión que confirma a su realizador como un lúcido cronista, lírico y romántico, del desamor y la incomunicación en el ir y venir cotidiano del universo urbano.

Chow (Tony Leung) trabaja en un periódico. Su Lizhen (Maggie Cheung) está empleada en una oficina. Ambos están casados y ocupan apartamentos contiguos en una estrecha pensión del Hong-Kong de 1962. Al principio se tratan con cordial frialdad, pero cuando descubren que sus respectivas parejas son amantes, se inicia entre ellos una tímida complicidad que desemboca en deseo. Deseo que traduce Kar-Wai no a través de las palabras de los personajes, sino mediante lo puramente visual - ralentís que subrayan miradas, roces, gestos, insertos de objetos que cobran sentido- y de la música - las canciones de Nat King Cole perfectamente integradas y las variantes del precioso tema principal compuesto por Shigeru Umebayashi, "Yumaji's Theme",- que alcanza el status de tercer personaje, como si arropara al hombre y a la mujer en su ir y venir entre estrechos pasillos y calles lluviosas.

Deseo meláncolico que intentan reprimir Chow y Su Lizhen porque ceder a su impulso significaría "ser como ellos", los otros, los adúlteros, los esposos, personajes que bien poco le importan al director, que los mantiene siempre fuera de campo. Le interesa la perspectiva de los engañados, sus angustias y sus vacilaciones, su intento de afrontar con forzada naturalidad la situación. Una atracción amorosa vivida por Chow y Su como un peso perturbador sobre sus conciencias, que es sublimado entre paseos y encuentros en habitaciones por una pareja que teme ser adúltera y que es víctima de las contradicciones de su propio deseo.


Deseando amar aparece esplendorosa ante nuestros ojos como un puzzle en el que faltan piezas y que nos pide en cada momento que dibujemos esas piezas invisibles. El asombroso trabajo de puesta en escena de Wong Kar-Wai, y de Christopher Doyle - su fiel director de fotografía - forma parte indisoluble de la propia historia narrada. Los encuadres y reencuadres confinan a los personajes en un espacio vital angosto del que parecen prisioneros, entre marcos de puertas, cortinas y espejos que los reflejan o difuminan sus contornos. El uso de la slow motion nos revela gestos de cortesía que duran más de lo habitual, miradas huidizas, manos que se rozan como por azar, y la utilización repetitiva de la música nos introduce en un pequeño universo de rutinas del que es difícil escapar.


Wong Kar-Wai elude a propósito la escena crucial -¿hay o no relación sexual?- , aunque realmente se rodó la escena, que finalmente, con buen criterio, fue eliminada del montaje final. Con la elegancia de la elipsis, el plano de unas zapatillas rosas bajo una cama queda en nuestra retina para que a partir de ahí seamos copartícipes de la película y utilicemos el músculo más erógeno, la imaginación. Y el arte de Wong Kar-Wai revela que la maestría no está en la exhibición ostentosa sino en la sutilidad de lo que se elude al ojo que mira.

Deseando amar, es también, un film-manifiesto de amor hacia dos actores, Tony Leung y Maggie Cheung, habituales en el cine del director hongkonés, que llenan la pantalla del significado de esa imprecisa palabra inglesa tan mal utilizada ... COOL.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sólo falta un adjetivo para terminar de definir una película que te transporta hasta lo más íntimo de una/o mismo, que te despierta las ganas de ser deseada/o, que acaricia el tiempo y lo desdeña, que te deja embriagada/o y que después de verla tu cuerpo responde a cada uno de los estímulos que recibe de manera abrumadora... ese adjetivo es SUTIL. ODILE

Bargalloneta dijo...

Buf!!
que maravillosa película!!
Cuando la ví por primera vez quedé totalmente enamorada de los personajes , de la historia , de la música (sorprendente!!), de todo, y me dije que ese director se tenia que seguir y asi lo he hecho!!!

Tomás Rivero dijo...

Prometo ver esta película, Eloy. Sobre todo después de tu buen comentario.

Se me "escapó" en su día, esta peli. No sé.

Un abrazo.