viernes, 18 de diciembre de 2009

Gun Crazy. El demonio de las armas (Joseph H. Lewis, 1965)



Desde su precioso cartel, con su aire de novela pulp por entregas, Gun Crazy se nos presenta como un modélico y magistral exponente de las bondades de la serie B. Rodada en 30 días y con un presupuesto de 400.000 dólares -buenas cifras para una serie B-, la película cuenta, en menos de 90 minutos, una de las más poderosas y turbadoras historias de amor del cine negro. Tal como dice Bart, en una bella metáfora, su unión es explosiva, como la de un arma y su munición, no pueden estar separados.
El demonio de las armas arranca con una antológica secuencia que nos da el tono de lo que vendrá después. Un joven Bart observa con avidez, bajo la noche lluviosa, una pistola expuesta en un escaparate. Acto seguido revienta la luna de una pedrada y roba el arma, todo ello filmado desde el interior de la tienda. Son 9 planos los de esta secuencia prólogo, que nos informan sobre la fascinación que las armas de fuego ejercen sobre el adolescente Bart. A través de unos flashbacks ante el tribunal que le enviará al reformatorio, se nos muestra que, aunque idolatra las armas, es incapaz de hacer daño a un ser vivo. Cuando vuelve a la ciudad años después, tras estar en el ejército, acude con unos amigos a un feria, y allí conoce a Anna Laurie Starr. La fascinación es mutua e inmediata. A partir de aquí sus destinos se unirán indefectiblemente. Primero hacen un número juntos. Luego los atracos, las persecuciones, la eterna huida ..., hasta el trágico y onírico final, rodeados de niebla en tierras pantanosas. Como el pistolero interpretado por Humphrey Bogart en High Sierra o el personaje de Sterling Hayden en La jungla del asfalto, la muerte les llega en plena naturaleza, como si buscaran inconscientemente la pureza en su fatal huida.
No hay en Gun Crazy la más mínima intención moralista, sí una mirada poética, desde dentro de los personajes cuya pasión amorosa no entiende de límites morales. La anécdota argumental esconde un desesperado canto al amour fou que enlaza en sus imágenes la pulsión sexual con la posesión de armas y el acto de disparar.
Varias secuencias permancecen en la retina tras el visionado de El demonio de las armas. Ya hemos hablado de la prodigiosa secuencia que inicia la película y también la del final en la niebla de los pantanos, ambas memorables. La escena del atraco al banco de Hampton es un impresionante tour de force resuelto fantásticamente por la intuición de Joseph H. Lewis. Está rodada en un solo plano secuencia en tiempo real, con la cámara colocada en el asiento de atrás del coche.

La puesta en escena de Lewis es estilizada, vigorosa, ejemplar en cuanto a economía narrativa, con un envidiable sentido de la síntesis y el ritmo, que avanza inexorablemente en un crescendo dramático hacia el desenlace final.
Pero además Gun Crazy cuenta con dos estupendos protagonistas John Dall y Peggy Cummins, dos desconocidos de magnéticas presencia. Si a ello añadimos la magnífica fotografía de Russell Harlan, y el brillante guión firmado por Mackinley Kantor y Millard Kaufman -su autor real fué Dalton Trumbo pero no pudo acreditarse al estar inmerso en las listas negras de la caza de brujas mcarthysta- nos atrevemos a afirmar que Gun Crazy es una jugosa obra maestra salida de la factoría serie B.

5 comentarios:

Dante dijo...

Tal como la has descrito me han venido ganas de verla. No la conocía. Me gusta que, a diferencia de muchas otras pelis que tratan el tema de las armas, ésta no contenga una moralina.
Gracias por la recomendación.
¡Saludos!

David dijo...

Una película muy entretenida. No recordaba que el guión fuera de Dalton. Y tal vez me chirriaba un poco la "reticencia" a matar por parte de él, viendo cómo era ella. Las cosas que se hacen por amor (ja,ja).
Por cierto, te he robado un par de fotos de Ingrid, pero cito procedencia. Espero que no te importe: http://safarinocturno.blogspot.com/
Un saludo.

leolo dijo...

Bienvenido Dante, espero verte más por aquí. Yo ahora te visito

David, el amor es ciego, ya sabes.
Coge las fotos que quieras, todos lo hacemos. Nos seguimos leyendo.
Hasta otra

X dijo...

El cartel es precioso, ciertamente, y no el único, la serie B en clave film noir tiene muchos más verdaderamente fascinantes.

La película es una de las incunables de la citada serie B, y te atrapa desde su su fondo y su forma, aspecto al que tú ya te refieres citando algunas de las secuencias del film.

Sin duda, otro gran ejemplo del cine de bajo presupuesto suplido con creces por grandes dósis de talento.

Un saludo.

Martín dijo...

Facinante, una obra maestra por los cuatro lados, escuche mucho sobre esta, acabo de verla, más alla del film noir es una autentica joya del cine que merece ser valorada y preservada.