


-- Las medias de Viridiana deslizándose suavemente hasta descubrir los pies. Silvia Pinal sentada en el camastro bajo la atenta mirada de Fernando Rey. Fetichismo buñueliano de buena ley.
-- La boina de Peggy Cummins en El demonio de las armas. Mucho antes de Bonnie & Clyde Joseph H. Lewis creó desde la gloriosa serie B este sombrío noir de amores, atracos y armas.
-- El jersey blanco de manga corta de Jean Seberg en A bout de souffle, con el rótulo de The New York Herald Tribune de la vendedora de prensa más chic de los Campos Elíseos. Y el cine se volvió moderno. Y las nuevas olas rompieron en viejos mares. Y me enamoré de Patricia.
-- Las medias rotas y los pantaloncitos de Silvana Mangano cosechando arroz en el Valle de Po. Exuberancia italiana. ¿Drama social? ¿Melodrama?
¡Qué piernas!
-- Los guantes negros de Rita Hayworth en Gilda antes de recibir la bofetada del torvo Glenn Ford. Fuego en el cuerpo. Puro erotismo. Put the Blame on Mame cantaba la Rita ... Ya no se hacen películas como ésta.
-- La camiseta sudada de Marlon Brando en Un tranvía llamado deseo. Sube la temperatura en el Actor's Studio.
-- La gabardina de Robert Mitchum anudada a la cintura en Retorno al pasado. Uniforme oficial del antihéroe de cine negro. Vampiresas, el pasado que no cesa de llamar, la fatalidad, la negrura del destino ... Siempre te quedará Acapulco, Bob.
Un caballero entra en un bar e inicia una matanza. Nadie mejor que Cave para para deconstruir una canción popular y narrar una historia truculenta. De nuevo, la sutilidad jazzistica toma la mano de la crudeza propia de la juventud de los Bad Seeds, aunque la madurez ayuda a contener la tensión provocando un latido brutal, con un final feroz con un Blixa Bargeld profiriendo estridencias, simple y llanamente espeluznantes. En el CD más DVD The abbatoir blues tour se incluye una interesante relectura en directo con coros gospel.
(de la revista digital musical efeeme)
En 1952 dirige las comedias The first time y El hijo del rostro pálido, secuela de El rostro pálido, ámbas con Bob Hope. Sus mejores películas son las que van de la 1ª mitad de los 50 a la 1ª mitad de los 60, años en los que Tashlin inyecta frescura a la comedia de Hollywood aplicando toda su experiencia de dibujante: audaces emplazamientos de cámara, ritmo desenfrenado, intenso colorido, gran utilización del gag, tendencia a la sátira.
Junto al gran cómico Jerry Lewis, Frank Tashlin filma algunos de sus mejores títulos. Cuando todavía forma pareja con Dean Martin les dirige en Artistas y modelos (1955) y Loco por Anita (1956), y ya con Jerry en solitario en Yo soy el padre y la madre (1958), Tú, Kimi y yo (1958), El Ceniciento (1960), ¿Qué me importa el dinero? (1962), Lío en los grandes almacenes (1963) y Caso clínico en la clínica (1964).
Con la rubia explosiva Jayne Mansfield rueda dos películas: The Girl can't help it (1956) con la presencia de leyendas del rock como Fats Domino, Little Richard y Gene Vincent, y Una mujer de cuidado (1957). Con la insulsa Doris Day filma un par de películas al final de su carrera, Una sirena sospechosa (1966) y Capricho (1967)
Aunque parte de su carrera está unida al genial Jerry Lewis, concretamente 8 películas juntos, a Frank Tashlin se le reconocen sus grandes aportaciones en la innovación de la comedia hollywoodiense. Su manera de transformar la realidad en alocado cartoon, sus magníficos gags extraídos directamente de los dibujos animados, acumulados escena tras escena, incluso superpuestos en una misma escena, liberados en fin, de estar siempre al servicio de la narración. En muchas de sus películas satiriza y denuncia, a su manera, el poder de los mass media, sobre todo la TV, pero también la publicida, las películas (¡incluyendo las suyas!). Su insistencia en satirizar la vulgaridad y la estupidez le hace ser acreedor de la etiqueta de "mal gusto" que comparte en esa época con Billy Wilder, cosa que le excluye de los altares de la crítica de su tiempo.
No obstante, cómo no, en Francia es apreciado y admirado desde el primer momento por los jóvenes de la Nouvelle Vague que aplauden sus innovaciones formales y le consideran un revolucionario. Uno de sus mayores admiradores es Jean-Luc Godard cuyas películas Une femme est une femme (1961), Vladimir et Rosa (1971) y Tout va bien (1972) comparten con Tashlin su gusto por la fragmentación, la exageración y el juego con los métodos narrativos.