domingo, 14 de febrero de 2010

"Historias mínimas" y "Bombón, el perro". Dos películas de Carlos Sorín.



El argentino Carlos Sorín es un cineasta peculiar e intermitente. Con su primera película, titulada La película del rey le dan el León de Plata en la Mostra de Venecia de 1986. Recuerdo una lejano visionado de su segundo film, Sonrisas de New Jersey (1989), un film irregular que se resentía de su forzado planteamiento debido a ser una coproducción argentino-inglesa, en una época en la que las relaciones diplomáticas entre los dos países estaban rotas como consecuencia de la Guerra de las Malvinas: un dentista irlandes (¡¡¡Daniel Day-Lewis!!!) es contratado por la empresa Eversmile New Jersey para convencer a los habitantes de la Patagonia de la importancia de una buena higiene bucal.

En Historias mínimas, su tercera película, el paisaje de la solitaria Patagonia austral vuelve a ser omnipresente telón de fondo, un paisaje físico hecho de vientos, llanuras infinitas, rectas carreteras interminables ... Unas localizaciones que contribuyen, sin subrayados innecesarios, a definir y comprender el ser y estar de una pequeña comunidad. Tres personajes con un mismo objetivo, llegar a la ciudad de San Julián. Son, Justo, un anciano que quiere recuperar a su perro, huido hace tres años, para que le perdone por algo que hizo; Roberto -el único actor profesional de todo el elenco-, un vendedor infatigable que pretende seducir a una joven viuda llevándole una tarta sorpresa a su hijo en el día de su cumpleaños; María, la joven madre convocada por un cutre concurso en una cutre televisión local. Unos personajes -junto a los restantes tipos que les acompañan o se cruzan en su camino- que Sorín retrata con cercanía y ternura.Esas leves historias apenas entrecruzadas,tienen que ver con el viaje y la búsqueda, y su fluida narración tiene mucho de tragicómica. La ironía está presente en muchos momentos, pero en el fondo subyace una carga vitalista que hace de estas Historias mínimas un canto a la vida y a la solidaridad. Carlos Sorín consigue ser poético desde la sencillez más absoluta. Parece como si el guión no fuera más que acercarse a unas vidas, a una realidad, y dejarse llevar por ella.




Bombón, el perro (2004) puede verse como una continuación del espíritu que recorría Historias mínimas, aunque esta vez se trate de una única historia, bastante mínima también. A Sorín le atrae el cine que se desarrolla entre el documental y la ficción y no requiere de actores profesionales. Otra vez la Patagonia como marco y como personaje. Otra vez actores que no son actores y que se interpretan a sí mismos (Juan Villegas, el protagonista, trabaja en un garaje en la vida real). Otra vez ese universo en el que el drama vira hacia la comedia. Retratos de vidas anónimas hechos desde el cariño y la cercanía. Y además, un perro, un fantástico e inexpresivo dogo argentino que también se interpreta a sí mismo. De nuevo Carlos Sorín evita el sentimentalismo barato y apuesta por la ironía y una legítima ternura hacia sus personajes. Otra fábula poética hecha desde el más puro realismo.
Tras Bombón, el perro , Carlos Sorín ha estrenado otras dos películas, El camino de San Diego (2006) y La ventana (2009). Parece ser que su filmografía ha tomado carrerilla con el nuevo siglo. ¡Que siga la racha!

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