miércoles, 20 de octubre de 2010

Remake (Roger Gual, 2005).



Remake es el primer film dirigido en solitario por el barcelonés Roger Gual tras firmar Smoking Room (2002) en co-dirección con Julio Wallovits. Remake es una película del género reencuentro como podrían serlo la misma Reencuentro (Lawrence Kasdan, 1983), Los amigos de Peter (Kenneth Branagh, 1992) o Beautiful Girls (Ted Demme, 1996). Pero a diferencia de éstas, en las que los personajes redimen sus errores pretéritos, la sensación que deja el visionado de Remake es bastante demoledora.

Un grupo de ex-hippies reconvertidos en acomodados burgueses, ya superada la cincuentena, se vuelven a reunir en la masía donde formaron una comuna hippy en los 70, invitados un fin de semana con sus hijos -veinteañeros desorientados- , por Max, el único que ha permanecido allí fiel a sus principios. Pero ese encuentro solamente confirma la distancia que les separa de lo que fueron y el fracaso vital en el que sobreviven. Son seres enfrentados consigo mismos y también entre ellos en ese breve espacio de tiempo en que conviven en la casa de campo. Son gente que en su día escogió vivir de otra manera, más por ir a la contra que por unas claras convicciones. Y se montaron en el campo una vida paralela, con otros valores y otra forma de entender el mundo. O eso creían ellos.

El director catalán intenta, a través de este grupo de personas, y a través de sus hijos, explicar qué ha pasado entre estas dos generaciones, hablar de una generación que ha acabado traicionando aquellos valores; y hablar también de la generación de sus hijos, totalmente perdidos, y empeñados en echarles en cara sus errores y contradicciones. En el fondo Roger Gual está hablando de una crisis de valores inmersa en un clásico conflicto generacional. Para el realizador catalán nadie tiene la razón. Ni los mayores son peores personas por no haber conseguido cambiar el mundo y haber acabado presos de sus contradicciones, ni los jóvenes son mejores, perdidos en su mundo inmaduro de eternos adolescentes con unos valores que son más pose que otra cosa.

Remake va sobre la soledad y sobre la familia. Todos en el fondo somos, cada vez más, seres solitarios en esta sociedad de consumo en la que la convivencia resulta tan difícil. Al intentar cambiar el concepto y los valores de la familia tradicional, yendo contra lo establecido se llega muchas veces a la pura contradicción de repetir ese mismo modelo y fracasar al caer en los mismos errores que se critican.

La película tiene algo de autobiográfico y puede que también tenga algo de ajuste de cuentas, aunque Roger Gual no dé pistas sobre ello. Él vivió cuando tenía cinco años en una comuna hippy con su madre, pero afirma que sus recuerdos son escasos y que sólo lo utilizó como escusa argumental para hablar de convivencia, egoismo, conflicto generacional, formas de ver la vida...

El método de trabajo incluyó una semana de ensayos y de convivencia en la masía. El guión, obra de Roger Gual y Javier Calvo, muy trabajado, fue la base para que, una vez totalmente dominado por los actores, éstos lo hicieran suyo, se apropiaran de él y le aportaran su propia personalidad. Y es que el método de rodaje de Gual da prevalencia total a los actores, de los que busca extraer la naturalidad del fluir cotidiano de la vida. Para ello filma secuencias enteras de un tirón con más de una cámara y luego construye la película en la sala de montaje. El cine del director de Smoking Room se apoya en la palabra. Sus personajes no paran de hablar, son incapaces de permanecer en silencio. Pero esa verborrea nunca resulta forzada. Y ahí están un excelente grupo de actores, tanto los mayores, Juan Diego, Eusebio Poncela, Silvia Munt, como los hijos, Marta Etura, Alex Brendemühl, Gustavo Salmerón.

Remake es un reencuentro que no tiene nada de redentor. El poso final que deja este drama coral sobre la reunión de un grupo de antiguos amigos y sus hijos es el de la amargura. Gual no juzga a sus personajes, pero tampoco se compadece de ellos.
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1 comentario:

dvd dijo...

A mí me gustó bastante, y eso que se trata de un tema y un planteamiento tan resbaladizos que en ocasiones llega a bordear el ridículo, sobre todo en su parte final. Me pareció interesante más como camino a seguir que como obra redonda, que tampoco lo es y adolece de los peores tics del cine español reciente. Interesante creo que es la palabra justa.