Zhang Yimou es hoy en día, uno de los cinesatas asiáticos más conocidos y reconocidos en el mundo. El director chino es visitante asiduo de los principales festivales internacionales: Cannes, Venecia, Berlín, en los que sus películas han obtenido varios galardones. Algunos de sus films también han sido nominados al Oscar a mejor película de habla no inglesa.
Su postura crítica hacia el régimen político chino le ha llevado a más de un conflicto con su gobierno. Las autoridades chinas se han movido entre dos polos: la censura y las prohibiciones (Semilla de crisantemo y La linterna roja lo fueron en su país), y por otro lado, un intento de explotar y aprovecharse del prestigio del cineasta conseguido en los festivales internacionales. En los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, él fue el encargado de las ceremonias (¡impresionantes!) de apertura y de clausura.
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Zhang Yimou nació en 1950 y en su juventud padeció las consecuencias de la fatídica Revolución Cultural: cuando contaba 18 años tuvo que suspender sus estudios de secundaria y ponerse a trabajar en una granja, y más adelante como obrero en una hilandería.
Interesado por el Arte y la Fotografía, es rechazada su inscripción en el Instituto de Cine de Pekín al sobrepasar el límite de edad. Pero el joven Zhang no se arredra y alega que los años negros de la Revolución Cultural no deben ser tenidos en cuenta. Extrañamente, se acepta su reclamación y en 1988 Zhang Yimou se diploma como flamante director de fotografía, siendo enviado a trabajar a los estudios de su ciudad natal Xi'an.
Después de sus dos largometrajes como operador -El gran desfile y Tierra amarilla- para su compañero de generación, Chen Kaige, y otros trabajos poco conocidos fuera de su país, le llega la hora de su debut como director con Sorgo rojo (1988) con la que se llavaría, nada menos, que el Oso de Oro del Festival de Berlín.
Sorgo rojo viene a ser un esbozo de lo que deparará el cine posterior de Yimou y es también la primera de las colaboraciones con la gran Gong Li, la que será su musa y su compañera sentimental. Ju Dou, semilla de crisantemo (1990) es su siguiente propuesta, un melodrama sobre amores prohibidos en la China rural, rodado en interiores con un gusto impecable por la composición y el encuadre, y con un desbordante uso dramático del color -esas telas que ondean en la tintorería- que será marca de la casa. Esta especie de tragedia shakesperiana trasladada a un país y una época que todavía no había abandonado la era feudal, supone un importante salto cualitativo con respecto a su ópera prima y es su consagración a este lado del mundo, ahí es nada, nominada al Oscar y Espiga de Oro como mejor película en la Seminci de Valladolid.
Casi sin pausa, Yimou rueda La linterna roja (1991), su definitivo ascenso al Olimpo de los cineastas de moda (premio en Venecia: León de Plata, y Mejor Fotografía en Valladolid) y la decantación de un estilo inimitable que vuelve a incidir en la línea melodramática de sus anteriores trabajos. La trama discurre por entero entre los muros y estancias de un antiguo palacio chino y se convierten en la prolongación de los sentimientos de sus personajes. Impresionante la riqueza visual en texturas, colores, formas, encuadres. Impresionante Gong Li.
La linterna roja es un destilado de todas las virtudes atesoradas por Yimou hasta entonces, de su estilo, a la vez austero y pictórico, su tempo pausado, para retratar una dura historia sobre la dominación, sobre las apariencias y la realidad. Inolvidable la utilización dramática del color rojo por parte del director chino y la forma con que utiliza el paso de las estaciones para dar narratividad al relato.
Su filmografía prosigue a buen ritmo con Qiu Ju, una mujer china (1992) que supone en muchos aspectos una ruptura con su cine anterior, y la primera muestra de la versatilidad que demostrará el cineasta chino en su interés de no repetirse y buscar nuevos caminos. Es en primer lugar, un cambio de estilo. La película se alza como un documento de su tiempo, en dos planos, el frenesí de la ciudad (Yimou utilizó cámara oculta en la filmación de algunas escenas) opuesto a la calma del medio rural. El realismo es el fin. La sencillez y la espontaneidad el medio. Es también la primera vez que Zhang Yimou filma la China actual y es un cambio de registro en tanto que la comedia se desliza sutilmente por las imágenes de sus fotogramas: esa historia de Qiu Ju, una mujer terca que se obstina en conseguir una compensación legal por la patada con la que el alcalde del pueblo ha atentado contra la virilidad de su marido. Se mantiene como en las otras películas un punto de vista femenino, sus protagonistas son mujeres tenaces que luchan sin suerte en un mundo de hombres. Gong Li es Qiu Ju, muy alejada de los colores y adornos de La linterna roja . Embutida en gruesos ropajes que no ocultan su embarazo la actriz china vuelve a destacar en un papel en las antípodas de sus anteriores films con Yimou.
Su siguiente trabajo, ¡Vivir! (1994), aun no siendo una mala película, es una propuesta menos interesante, lastrada por un exceso de academicismo y por plegarse a los cánones del melodrama hollywoodiense. Es la historia de una familia china a lo largo de varias décadas del siglo XX, que atraviesan juntos todas las penalidades que son consecuencia de la moderna historia de China. El armazón narrativo, confrontar la historia individual con la Historia en mayúsculas, es algo mil veces visto. Hay una falta de riesgo que empaña algunos momentos aislados de gran belleza.
Su siguiente film, La joya de Shangai (1995), no consigue elevar el listón. En ella Zhang Yimou se adentra en el mundo de la mafia de Shangai de los años 30, pero a través de un personaje femenino, otra vez Gong Li, que acaba siendo víctima de su propia ambición. Al cineasta chino se le va algo la mano con un esteticismo vacuo. A su favor, una extraordinaia ambientación, el talento natural del director para el encuadre y un magnífico final, aunque nos quedamos con la sensación de que la película podría haber sido mejor.
.(continuará)
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