Del artículo titulado Una mirada sobre el cine español escrito por Víctor de la Torre en la siempre recomendable web http://www.cosasdecine.com/ extraigo aquí este Decálogo, a la manera de un Dogma cualquiera, para ayudar a reflotar el maltrecho cine español. Que sea para bien.
En demasiadas ocasiones se nos achaca a los críticos una exagerada complacencia en la destrucción sistemática –e inmisericorde— de la obra en cuestión. Como toda atribución inespecífica, es válida para retratar a algunos, y deja fuera a otros muchos. Partiendo de la base de que el crítico es aquel que adquiere una conciencia crítica sobre el tema en cuestión, y ello es algo que requiere tiempo y esfuerzo, uno sigue considerando que la opinión de nuestro colectivo merece ser tenida en cuenta, siempre y cuando esté debidamente fundamentada y, lo más importante, aporte posibles soluciones a los problemas detectados, sobre todo en cuestiones tan importantes como la que nos ocupa, de interés general para toda una sociedad. Como supongo que a aquellos lectores pacientes que hayan prestado la debida atención al epígrafe anterior no les quedará duda alguna de la gravedad de la situación, a continuación un servidor presenta algunas pautas (deseables) de actuación. A fin de cuentas, si el bueno de Lars von Trier puede, ¿Por qué voy a ser yo menos?:
Decálogo de buenas prácticas para el cine español.
1- Recuperar el placer por contar historias, más allá de mostrarnos las penurias del desempleado de turno.
2- Explotar al máximo las posibilidades del lenguaje cinematográfico para visualizarlas, más allá del plano medio o el plano-contraplano.
3- Recordar que el cine comercial no es malo por el hecho de serlo, hay mal –y buen— cine comercial.
4- Construir las bases de una industria cinematográfica lo más independiente posible, con el debido concurso de todos los agentes del sector.
5- Prestar atención a temas recurrentemente olvidados –nuestro excepcional legado histórico, sin ir más lejos— y sacarle todo el partido que merecen.
6- Dado que el cine español sigue, como antaño, necesitado de tutela política, que esta la desempeñen verdaderos profesionales del asunto, y no gente puesta a dedo o por afinidades ideológicas de diversa índole.
7- Si el modelo francés funciona y es aplicable, ¿a que narices se está esperando? ¿Acaso todo lo que venga del otro lado de los Pirineos nos sigue generando resquemor?
8- Producir cincuenta títulos al año con presupuestos holgados, profesionales solventes y exhibición garantizada, y no doscientos de los que la mitad ni siquiera serán estrenados en salas comerciales.
9- Fomentar otros soportes tecnológicos –Internet, DVD— e institucionales –festivales, salas públicas de exhibición— para dar salida a ese “cine invisible”, en afortunada expresión de los responsables del Cahiers Du Cinema España.
10- Por último, pero no menos importante, educar al público para terminar con la dañina etiqueta de “españolada”, y a la crítica, que arrastra endémicos prejuicios a este respecto que con hechos, y no con palabras, ya es hora de empezar a erradicar.
Este es, en mi opinión, el camino a seguir. Por descontado, es discutible. Y estaré encantado, vaya por delante, de polemizar a este respecto con todo aquel que esté interesado en llegar a alguna conclusión válida. Guste más o menos, nos encante o nos soliviante, el cine español es nuestro cine; nos retrata. Creo firmemente que en la medida en que se estrenen al año diez La soledad y diez El orfanato (Juan Antonio Bayona, 2007), y otras treinta equidistantes entre ambas, se acercará mucho más a lo que unos cuantos queremos que sea. No podemos jugarnos un año de cine a la baza de que Almodóvar y Amenábar anden inspirados, y cuadren las cuentas. El presente inmediato son, en definitiva, Rosales y Bayona, pero también Cortes y Salazar, Lacuesta y Vigalondo, Collet-Serra y Cabezas, Gutiérrez y Quiroga, López Gallego y Sánchez-Cabezudo. Que me disculpen los que no cito, ellos saben que están también en el banquillo. ¡Todos a jugar!.
Víctor de la Torre
En demasiadas ocasiones se nos achaca a los críticos una exagerada complacencia en la destrucción sistemática –e inmisericorde— de la obra en cuestión. Como toda atribución inespecífica, es válida para retratar a algunos, y deja fuera a otros muchos. Partiendo de la base de que el crítico es aquel que adquiere una conciencia crítica sobre el tema en cuestión, y ello es algo que requiere tiempo y esfuerzo, uno sigue considerando que la opinión de nuestro colectivo merece ser tenida en cuenta, siempre y cuando esté debidamente fundamentada y, lo más importante, aporte posibles soluciones a los problemas detectados, sobre todo en cuestiones tan importantes como la que nos ocupa, de interés general para toda una sociedad. Como supongo que a aquellos lectores pacientes que hayan prestado la debida atención al epígrafe anterior no les quedará duda alguna de la gravedad de la situación, a continuación un servidor presenta algunas pautas (deseables) de actuación. A fin de cuentas, si el bueno de Lars von Trier puede, ¿Por qué voy a ser yo menos?:
Decálogo de buenas prácticas para el cine español.
1- Recuperar el placer por contar historias, más allá de mostrarnos las penurias del desempleado de turno.
2- Explotar al máximo las posibilidades del lenguaje cinematográfico para visualizarlas, más allá del plano medio o el plano-contraplano.
3- Recordar que el cine comercial no es malo por el hecho de serlo, hay mal –y buen— cine comercial.
4- Construir las bases de una industria cinematográfica lo más independiente posible, con el debido concurso de todos los agentes del sector.
5- Prestar atención a temas recurrentemente olvidados –nuestro excepcional legado histórico, sin ir más lejos— y sacarle todo el partido que merecen.
6- Dado que el cine español sigue, como antaño, necesitado de tutela política, que esta la desempeñen verdaderos profesionales del asunto, y no gente puesta a dedo o por afinidades ideológicas de diversa índole.
7- Si el modelo francés funciona y es aplicable, ¿a que narices se está esperando? ¿Acaso todo lo que venga del otro lado de los Pirineos nos sigue generando resquemor?
8- Producir cincuenta títulos al año con presupuestos holgados, profesionales solventes y exhibición garantizada, y no doscientos de los que la mitad ni siquiera serán estrenados en salas comerciales.
9- Fomentar otros soportes tecnológicos –Internet, DVD— e institucionales –festivales, salas públicas de exhibición— para dar salida a ese “cine invisible”, en afortunada expresión de los responsables del Cahiers Du Cinema España.
10- Por último, pero no menos importante, educar al público para terminar con la dañina etiqueta de “españolada”, y a la crítica, que arrastra endémicos prejuicios a este respecto que con hechos, y no con palabras, ya es hora de empezar a erradicar.
Este es, en mi opinión, el camino a seguir. Por descontado, es discutible. Y estaré encantado, vaya por delante, de polemizar a este respecto con todo aquel que esté interesado en llegar a alguna conclusión válida. Guste más o menos, nos encante o nos soliviante, el cine español es nuestro cine; nos retrata. Creo firmemente que en la medida en que se estrenen al año diez La soledad y diez El orfanato (Juan Antonio Bayona, 2007), y otras treinta equidistantes entre ambas, se acercará mucho más a lo que unos cuantos queremos que sea. No podemos jugarnos un año de cine a la baza de que Almodóvar y Amenábar anden inspirados, y cuadren las cuentas. El presente inmediato son, en definitiva, Rosales y Bayona, pero también Cortes y Salazar, Lacuesta y Vigalondo, Collet-Serra y Cabezas, Gutiérrez y Quiroga, López Gallego y Sánchez-Cabezudo. Que me disculpen los que no cito, ellos saben que están también en el banquillo. ¡Todos a jugar!.
Víctor de la Torre
1 comentario:
interessant decàleg!
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