lunes, 5 de octubre de 2009

Si la cosa funciona (Woody Allen, 2009)



Tras el fructífero paréntesis londinense (Scoop, Match Point, Cassandra's Dream) y el monumental fiasco español de Vicky Christina Barcelona, Woody Allen estrena Si la cosa funciona, su penúltimo film (este verano acaba de rodar otro con un reparto de lujo: Anthony Hopkins, Naomi Watts, Antonio Banderas, Josh Brolin...) con el que regresa de nuevo a su adorada Nueva York, donde no rodaba desde Melinda y Melinda, y eso para un cineasta que mantiene la costumbre de rodar una película por año, es mucho tiempo.

El guión lo había escrito Allen allá por la década de los 70 para que lo protagonizara Zero Mostel pero el proyecto se frustró al morir el actor. Ahora lo retoma, lo pule, y se lo ofrece a Larry David, uno de los cómicos más populares de la TV de los Estados Unidos, creador de la serie Seinfeld y artífice y protagonista de Curb Your Enthusiasm.

Comienza la película con los sobrios títulos de crédito tan característicos de Woody Allen, y suena de fondo una banda sonora con Groucho Marx cantando en El conflicto de los Marx, toda una declaración de principios. Unos minutos después el protagonista abandona la charla con unos amigos en un café para dirigirse directamente a la cámara, al espectador que está en la sala, y suelta un genial monólogo que define al personaje. Con este tremendo arranque Si la cosa funciona nos convierte en sus cómplices y nos gana para la causa. Boris Yelnikoff (Larry David) viene a ser el alter ego más viperino de Woody Allen, un malhumorado genio misántropo que se tropieza por azar con una jovencita pueblerina de Sur (Evan Rachel Wood) con la que inicia una peculiar relación que cambiará las rutinas de su existencia para siempre. Larry David y su personaje Boris son lo mejor de la función. Un tipo peleado con el mundo, que se siente demasiado inteligente para soportar la vida, lúcido en su pesimismo, sarcástico hasta la médula, neurótico, que cada vez que abre la boca es para soltar una genialidad hilarante. Un personaje que figura desde ya en la antología de intelectuales neuróticos de las mejores ficciones allenianas.


Con Si la cosa funciona vuelve el mejor y más reconocible Woody Allen. Su ingenio para los punzantes diálogos sigue intacto. Un humor amargo y demoledor, negrísimo, que no deja títere con cabeza, recorre toda la película. Las frases del guión destilan ironía, desencanto y mala baba. Es un universo familiar para los allenófilos convencidos. Aparecen elementos, frases, gags que son reconocibles para los seguidores del director neoyorkino. La relación entre el intelectual maduro y la jovencita ya estaba en la trama de Manhattan, aunque con otra tonalidad. La utilización del humor y el sarcasmo para tratar temas profundos está presente en gran parte de su filmografía. El recurso de los monólogos de Boris dirigiéndose directamente a los espectadores de la película remite a los juegos de representación de La rosa púrpura de El Cairo. El mismo personaje de Boris Yelnikoff recuerda a otro malcarado protagonista, en este caso escritor, incorporado por el propio Woody Allen en otra ácida comedia, Desmontando a Harry.

En fin, si acaso retraerle al director de Manhattan una cierta tendencia a la teatralidad, pero ... si la cosa funciona ....



2 comentarios:

Anónimo dijo...

El universo de Allen funciona, al menos para mí. Woody sabe como hacerme entrar en una trama que puede parecer increíble si la descifras con la cabeza y no con las entrañas. Ir a ver una película de Allen tranquiliza porque sabes a lo que vas, es por eso que o te gusta o no te gusta, no hay término medio con él. Hay pocas películas de Woody que no me han aportado nada, alguna incluso me ha enfadado, pero en esta he vuelto a recuperar al Woody Allen que más me gusta, he vuelto a viajar por su particular universo, un universo que siento muy cercano... E insisto para mí la cosa sí funciona.

Un petó psicoanalítico
Odile

Anónimo dijo...

Y sí, gracias a Dios (o sea Woody), es lo de siempre con el puntito esta vez de haberle inyectado una buena dosis de mala hostia al personaje que soporta muy bien el actor de Seinfeld, el cual por lo visto ya practicaba con fruición esto de la bilis, y claro, resulta de lo más terapéutico crear un alter ego que se caga en la madre de Buda y en el alcalde de tu ciudad y en los padres de los niños superdotados y en los niños superdotados y en los paseantes de caniche y en los campamentos de verano y en los fachas cavernícolas de Texas y en el jogging y en la vida sana y en los galeristas de arte postneovanguardista y etc, etc, etc.

Saludos
Edu Rais