lunes, 18 de enero de 2010

El luchador (Darren Aronofsky, 2008)




Con El Luchador, Darren Aronofsky se deja de veleidades autorales - artificios de guión o pretendidas innovaciones formales- para narrar una historia, que no es ni mucho menos la más original historia, pero con personajes de carne y hueso, y no abstracciones como en sus anteriores films, tanto Pi, como Requiem por un sueño, o La fuente de la vida. Y le sale la que es para mí hasta ahora, su mejor película, aquella en la que intenciones y resultados estan más ajustados.

Este retrato del fracaso, de la decadencia, alejado de heroicidades y sentimentalismos, funciona, a pesar de haber sido visto infinidad de veces (sobre todo en el ámbito del boxeo) por estar hecho con el corazón, por ser sincero y honesto, y porque sus protagonistas, auténticos parias sociales que pasean con dignidad su fracaso por sórdidos ambientes, son seres cercanos y entrañables con los que el espectador empatiza al instante. La cámara de Aronofsky sigue a Randy "The Ram" (un inmenso Mickey Rourke presente en todos los planos) allá donde va, muchas veces mediante largos travellings con la steadycam a espaldas de Rourke. Hay momentos espléndidos como aquellos que muestran la camaradería de los luchadores antes de pelear, cómo preparan sus combates aportando ideas para esas coreografías kitsch, cómo acuden juntos al supermercado de la esquina a comprar el atrezzo (sillas, escalera, grapas ... ) que utilizarán en la pantomima que montan en el ring para agitar a los descerebrados que les siguen. Pura representación, artificio. Pensaba mientras la veía, que es algo así como el cine, cuando dos actores preparan su escena, o cuando los especialistas se plantean como realizarán una secuencia de acción.
Y si funciona El luchador, es en gran medida por un excelso Mickey Rourke. Porque él, como Randy, conoce el sabor del fracaso. Porque él, como Randy, es un superviviente. Rourke lo borda. Él es Randy The Ram, eso sí, sin dramatismos ni excesos lacrimógenos. Su rostro granítico y su cuerpo cansado lo dicen todo sobre sus miserias. Es "un pedazo de carne vieja que se siente sólo en la vida" como le dice a su hija cuando intenta recuperarla tras haberla ignorado muchos años.
El film de Aronofsky no da tregua al espectador. No esperemos un final feliz, la redención del perdedor o la segunda oportunidad para olvidar el fracaso. El luchador se sumerge en un demoledor fatalismo que parece condenar a sus personajes desde el principio a un callejón sin salida. Así, el regreso de Randy al ring, lejos de ser una redención o un intento de superación tras la caida, supone la autoinmolación de un hombre al que no le queda nada a que agarrarse. Sólo ese salto al vacío en el demoledor plano final, y ese fundido a negro en cuyos interminables segundos se funde toda la miseria humana. Títulos de crédito con la banda sonora de la canción The wrestler de Bruce Springsteen, y el nudo en la garganta nos acompaña por un tiempo.






2 comentarios:

David dijo...

Pues no la he visto, pero de verdad que tu post me hace pensar en darle un rápido visionado. Se nota que te ha gustado y transmites esa sensación. Un saludo.

xalons dijo...

No he visto ninguna de las películas anteriores de Aronofsky aunque intentaré cubrir esta laguna. Totalmente de acuerdo contigo en que los personajes se hacen honestos y cercanos. Es esa honestidad lo que más me ha hecho meterme en sus míseras vidas y lo que me ha ganado como espectador de esta película.