domingo, 11 de julio de 2010

La vida mancha (Enrique Urbizu, 2003).




Realizada inmediatamente después de La caja 507 y, a diferencia de ésta, mucho más atenta a la psicología y a las emociones de sus personajes que a la acción física, La vida mancha es, como aquella, una interesante película de Enrique Urbizu, un thriller psicológico que explora con precisión la oscuridad y la ambigüedad de los sentimientos de las personas.
Un argumento mínimo, más o menos convencional, encuadra esta película de construcción circular protagonizada por seres normales y corrientes en la periferia de una ciudad cualquiera. En resumen, la vida anodina y feliz de una familia formada por Fito (Juan Sanz), un joven camionero con serios problemas económicos derivados de su afición por el juego; su esposa Juana (Zay Nuba), empleada del INEM, y un hijo pequeño, se ve alterada por la llegada de Pedro (José Coronado), hermano de Fito, que llevaba años sin dar señales de vida.
Cine de gestos y miradas, de rostros, descripción de la nada cotidiana. Película de arquitectura minimalista hecha a partir de modelos cercanos al western -Urbizu la define como un western emocional sin pistolas ni caballos, y reconoce influencias de Raíces profundas y Centauros del desierto- y al thriller, más que al melodrama. Un cine que considera al espectador, activo e inteligente, y le exige el esfuerzo de construir o intuir lo que hay por debajo de lo que ve. El director usa muy bien esa estrategia del iceberg, especialmente con el personaje de Pedro, que encarna la figura del extraño que viene de fuera para sacudir la vida del entorno familiar. Un hombre errante, de pasado oscuro, atractivo, seco y silencioso, que poco a poco se transforma en ángel guardián de la familia de su hermano, mientras se debate en su interior entre la lealtad y el impulso a seguir unos sentimientos amorosos hacia su cuñada, una historia de amor imposible que ni siquiera puede empezar.
La vida mancha no sería lo mismo sin la colosal interpretación de José Coronado, en una actuación contenida, rigurosa, sabiendo mostrar sin mostrar, haciendo fácil lo difícil que es encarnar a un personaje como Pedro, lleno de silencios, al que todo le pasa por dentro porque es un tipo con una gran dificultad para exteriorizar sus emociones.
Enrique Urbizu quiere confiar en la capacidad del espectador para leer entre líneas, en sugerir antes que mostrar. Su puesta en escena es delicada y sin concesiones al drama. Se trata de un film bello, elegante, conciso, de tempo sosegado, y finalmente, muy triste, contado desde la ternura y la comprensión hacia sus personajes, perdedores en el fondo a los que ... la vida mancha.

2 comentarios:

Crowley dijo...

Una película muy interesante, inferior a La caja 507, pero muy recomendable.
Un saludo

David dijo...

No la he visto, pero leí su tratamiento antes de que se convirtiera en film y ya entonces me gustó. La caja 507 sí me gustó, y pienso que Coronado estaba muy bien allí también.