martes, 11 de enero de 2011

Aflicción (Paul Schrader, 1997).

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1998 fue un buen año para el escritor estadounidense Russell Banks (Massachussets, 1940). Dos películas- Aflicción y El dulce porvenir - basadas en sendas novelas suyas, se estrenaron aquel año, y vistas hoy, con la perspectiva del tiempo, pueden ser consideradas entre lo mejor que nos dió el cine en la última década del Siglo XX.
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Aflicción nos acerca al mejor Schrader, en otra de sus historias (guión propio sobre una novela que le va como anillo al dedo) en la que nos topamos con sus obsesiones recurrentes, con toda la densidad moral y la depuración estilística que le caracteriza. En ella encontramos esa búsqueda atormentada de una moral propia, la angustia ante la imposibilidad de canalizar de forma adecuada los sentimientos, asfixiados por férreas estructuras mentales, y la permanencia de una culpa esencial sólo superada por el acto último con el fuego redentor, una catarsis ritualizada a modo de purificación tras la cual queda la nada.
Wade Whitehouse (sonoro nombre para el personaje protagonista, un extraordinario Nick Nolte) es uno más en la galería de personajes atormentados recreados en la pantalla por el director de Mishima, un hombre solitario, un looser para sí mismo y para su comunidad que vive su calvario existencial como una olla a presión siempre a punto de estallar. Un individuo incapaz de escapar al destino familiar al que permanece aferrado como una maldición.
Film duro y sombrío, tremendamente pesimista, en el que la familia y el entorno juegan un papel castrador cuya única salida posible es la huida, representada por Rolfe (Willem Dafoe), el hermano menor de Wade.
Schrader filma el drama con una contención ajustada, dejando respirar lo necesario a los planos, haciendo del paisaje un apólogo moral de sus personajes, filmando ese blanco invernal de lugares nevados con una sensación de claustrofobia y encierro que agobia, llevando con elegancia formal el drama, de manera fluida y natural, hasta su desolador desenlace: la magnífica secuencia de Wade sentado en la casa paterna mientras al fondo, tras el cristal, las llamas devoran, sobre el fondo del inmenso manto de nieve, el cobertizo de madera donde está el cuerpo de su padre, es como un ritual antes del sacrificio. Después no quedará nada.
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Solo me queda recomendar también la otra adaptación de Russell Banks, El dulce porvenir, dirigida por Atom Egoyan, una emocionante y bellísima película sobre la ausencia y el dolor que produce, en la que el paisaje nevado tiene también su protagonismo.
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6 comentarios:

Justo dijo...

Qué peliculazo.. y esa escena de la que has puesto el fotograma me pone los pelos de punta.. hay que empezar solucionando lo esencial, sí, en este caso el dolor insoportable de muela. Pero quizá no así...

La he visto dos o tres veces, y la primera me costó un poco, fue después cuando la aprecié en su medida.

¡Un saludo!

David dijo...

No he visto El dulce porvenir (todavía).
Esta sí la vi. Nick Nolte está fantástico. Y la película me gustó (sin más, todo sea dicho). Lo que sí me pareció divertido fue leer dos críticas que analizaban la película según lo fiel e infiel que había sido Schrader al libro (por lo visto los críticos veían la cosa de forma diametralmente opuesta).
No he leído nada de Banks (excepto alguna entrevista)... así que no sabía quién podía tener razón (me daba lo mismo... juzgar si una peli es buena por su fidelidad o infidelidad a un libro). Ay!

David dijo...

A mi también me gustó.
Es una película muy oscura (pese a desarrollarse en paisajes niveos) y las grandes interpretaciones de Nolte y Robards (que mal bicho) ya por sí solas justifican el visionado.
Parece ser que Schrader y su hermano Leonard (también cineasta) tuvieron una infancia muy dura con un padre maltratador, esto le hace desenvolverse de manera excelente con el material que extrae de la novela de Banks.
¿Exorcizando viejos demonios en "Aflicción?

Javier Simpson dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Javier Simpson dijo...

David el padre no es Robards, supongo que estarías pensando en Jason Robards, es James Coburn, que en su papel de maltratador, de bestia humana, se sale; la verdad es que sus rasgos ayudan a hacer más creíble su papel, además de su gran actuación.
La peli es una pasada. Muy fuerte y muy triste el personaje interpretado por Nolte. Su recorrido hacia el infierno, o la nada como dice Eloy, es brutal. Él tiene algo del padre, pero se resiste a ser igual, y ese conflicto lo hace atormentarse; la bebida le hace las cosas más soportables, pero no suaviza su violencia lo suficiente y la gente que está a su lado sufre y lo pasa mal, como su novia o su hija. Su inestabilidad asusta y se intuye una gran eclosión que traerá consigo una tragedia de tintes trágicos. Es un drama desgarrador.
Tu comentario, Eloy, cojonudo. Un saludo.

LU dijo...

Vaya historia. Me ha dejado muy impresionada, ese hombre, ese final. Nick Nolte está espléndido. Lo único que no me ha gustado, nada de nada, es esa voz en off del hermano, que si bien a lo largo de la película no desencaja demasiado, justamente en el final, con esa interpretación que hace en base al maltrato sufrido…, no sé, para mi, sobra.