miércoles, 17 de febrero de 2010

Mitomanía en blanco y negro.


















-- El conjunto de turbante, top y pantalón corto blanco, absolutamente kitsch, que luce Lana Turner en El cartero siempre llama dos veces. Cora devoradora, imagen fetiche del cine negro.

-- Las medias de Viridiana deslizándose suavemente hasta descubrir los pies. Silvia Pinal sentada en el camastro bajo la atenta mirada de Fernando Rey. Fetichismo buñueliano de buena ley.

-- La boina de Peggy Cummins en El demonio de las armas. Mucho antes de Bonnie & Clyde Joseph H. Lewis creó desde la gloriosa serie B este sombrío noir de amores, atracos y armas.

















-- El jersey blanco de manga corta de Jean Seberg en A bout de souffle, con el rótulo de The New York Herald Tribune de la vendedora de prensa más chic de los Campos Elíseos. Y el cine se volvió moderno. Y las nuevas olas rompieron en viejos mares. Y me enamoré de Patricia.



-- Las medias rotas y los pantaloncitos de Silvana Mangano cosechando arroz en el Valle de Po. Exuberancia italiana. ¿Drama social? ¿Melodrama?
¡Qué piernas!




















-- Los guantes negros de Rita Hayworth en Gilda antes de recibir la bofetada del torvo Glenn Ford. Fuego en el cuerpo. Puro erotismo. Put the Blame on Mame cantaba la Rita ... Ya no se hacen películas como ésta.












-- La camiseta sudada de Marlon Brando en Un tranvía llamado deseo. Sube la temperatura en el Actor's Studio.





-- La gabardina de Robert Mitchum anudada a la cintura en Retorno al pasado. Uniforme oficial del antihéroe de cine negro. Vampiresas, el pasado que no cesa de llamar, la fatalidad, la negrura del destino ... Siempre te quedará Acapulco, Bob.


domingo, 14 de febrero de 2010

"Historias mínimas" y "Bombón, el perro". Dos películas de Carlos Sorín.



El argentino Carlos Sorín es un cineasta peculiar e intermitente. Con su primera película, titulada La película del rey le dan el León de Plata en la Mostra de Venecia de 1986. Recuerdo una lejano visionado de su segundo film, Sonrisas de New Jersey (1989), un film irregular que se resentía de su forzado planteamiento debido a ser una coproducción argentino-inglesa, en una época en la que las relaciones diplomáticas entre los dos países estaban rotas como consecuencia de la Guerra de las Malvinas: un dentista irlandes (¡¡¡Daniel Day-Lewis!!!) es contratado por la empresa Eversmile New Jersey para convencer a los habitantes de la Patagonia de la importancia de una buena higiene bucal.

En Historias mínimas, su tercera película, el paisaje de la solitaria Patagonia austral vuelve a ser omnipresente telón de fondo, un paisaje físico hecho de vientos, llanuras infinitas, rectas carreteras interminables ... Unas localizaciones que contribuyen, sin subrayados innecesarios, a definir y comprender el ser y estar de una pequeña comunidad. Tres personajes con un mismo objetivo, llegar a la ciudad de San Julián. Son, Justo, un anciano que quiere recuperar a su perro, huido hace tres años, para que le perdone por algo que hizo; Roberto -el único actor profesional de todo el elenco-, un vendedor infatigable que pretende seducir a una joven viuda llevándole una tarta sorpresa a su hijo en el día de su cumpleaños; María, la joven madre convocada por un cutre concurso en una cutre televisión local. Unos personajes -junto a los restantes tipos que les acompañan o se cruzan en su camino- que Sorín retrata con cercanía y ternura.Esas leves historias apenas entrecruzadas,tienen que ver con el viaje y la búsqueda, y su fluida narración tiene mucho de tragicómica. La ironía está presente en muchos momentos, pero en el fondo subyace una carga vitalista que hace de estas Historias mínimas un canto a la vida y a la solidaridad. Carlos Sorín consigue ser poético desde la sencillez más absoluta. Parece como si el guión no fuera más que acercarse a unas vidas, a una realidad, y dejarse llevar por ella.




Bombón, el perro (2004) puede verse como una continuación del espíritu que recorría Historias mínimas, aunque esta vez se trate de una única historia, bastante mínima también. A Sorín le atrae el cine que se desarrolla entre el documental y la ficción y no requiere de actores profesionales. Otra vez la Patagonia como marco y como personaje. Otra vez actores que no son actores y que se interpretan a sí mismos (Juan Villegas, el protagonista, trabaja en un garaje en la vida real). Otra vez ese universo en el que el drama vira hacia la comedia. Retratos de vidas anónimas hechos desde el cariño y la cercanía. Y además, un perro, un fantástico e inexpresivo dogo argentino que también se interpreta a sí mismo. De nuevo Carlos Sorín evita el sentimentalismo barato y apuesta por la ironía y una legítima ternura hacia sus personajes. Otra fábula poética hecha desde el más puro realismo.
Tras Bombón, el perro , Carlos Sorín ha estrenado otras dos películas, El camino de San Diego (2006) y La ventana (2009). Parece ser que su filmografía ha tomado carrerilla con el nuevo siglo. ¡Que siga la racha!

miércoles, 10 de febrero de 2010

Lizabeth Scott, femme fatale de Serie B.


Ha sido uno de los rostros más duros e inquietantes del cine negro hasta el punto de que algunas de sus películas se recuerdan tanto o más por ella que por su compañero masculino de reparto, aún cuando éste fuera el mismísimo Bogart.
Ese rostro, esa presencia, hicieron de ella una de las reinas indiscutibles del género en producciones de bajo presupuesto pero altas prestaciones.


Actriz nacida como Emma Matzo un 29 de septiembre de 1922 en Scranton (Pensilvania). Tras unos inicios en el teatro y trabajar como modelo en Nueva York, firmó un contrato con el productor Hal Wallis para debutar en 1945 con You Came Along dirigida por John Farrow.


Lizabeth Scott impuso en sus trabajos para el cine una expresión áspera y altiva, teñida de tristeza, lo cual unido a su sensual voz y a su rubia cabellera, la destinaron a papeles de vocalista de night club, aventurera y femme fatale.











Filmografía seleccionada:
1945 You Came Along (John Farrow)
1946 El extraño amor de Martha Ivers (Lewis Milestone)
1947 Callejón sin salida (John Cronwell)
1947 Desert Fury (Lewis Allen)
1948 Pitfall (André de Toth)
1948 I Walk Alone (Byron Haskin)
1949 Easy Living (Jacques Tourneur)
1950 Ciudad en sombras (William Dieterle)
1951 Two of a Kind (Henry Levin)
1951 El soborno (John Cromwell)
1952 Stolen Face (Terence Fisher)
1954 Filón de plata (Allan Dwan)

lunes, 8 de febrero de 2010

La música del azar: Nick Cave, "Stagger Lee".

Un caballero entra en un bar e inicia una matanza. Nadie mejor que Cave para para deconstruir una canción popular y narrar una historia truculenta. De nuevo, la sutilidad jazzistica toma la mano de la crudeza propia de la juventud de los Bad Seeds, aunque la madurez ayuda a contener la tensión provocando un latido brutal, con un final feroz con un Blixa Bargeld profiriendo estridencias, simple y llanamente espeluznantes. En el CD más DVD The abbatoir blues tour se incluye una interesante relectura en directo con coros gospel.

(de la revista digital musical efeeme)

viernes, 5 de febrero de 2010

Sobre lo horrible y lo miserable. La vida, según Alvy Singer.




Annie Hall (Woody Allen, 1977)

  • ¿Conocen este chiste? Dos señoras mayores están en un hotel de alta montaña. Una dice: "La comida en este sitio es realmente terrible". Y la otra responde: "Sí, ¿verdad?, y además las raciones son tan pequeñas". Pues básicamente, así es como me parece la vida. Llena de soledad, miseria, tristeza, de sufrimiento y desgracias ... y sin embargo se acaba demasiado deprisa.

  • Te voy a comprar estos libros porque me parece que deberías ..., que te convendría leerlos (...) Verás, yo estoy obsesionado con la muerte. Es un tema muy importante para mí, y tengo una visión muy pesimista de la vida. Si vamos a salir juntos, debes conocerme. Yo creo que la vida está dividida entre lo horrible y lo miserable, en esas dos categorías. Y los horribles son los enfermos incurables, los ciegos, los lisiados. No sé cómo pueden soportar la vida. Me parece asombroso. Y los miserables somos todos los demás. Así que, al pasar por la vida, deberíamos dar gracias por tener la suerte de ser miserables.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Mi vecino Totoro (Hayao Miyazaki, 1988).




Hayao Miyazaki (Tokio, 1941), director, guionista, productor y dibujante, es uno de los más grandes fabuladores de nuestro tiempo. Un creador de un universo personal en el que la imaginación y la capacidad de fantasía son los ejes con los que extrae poesía de ese mundo, bello y extraño a la vez, que es su cine.

Mi vecino Totoro es una magistral incursión en el mundo de la infancia, repleta de elementos autobiográficos. En el Japón de la posguerra dos niñas se trasladan a vivir a una casa en el campo con su padre, mientras su madre enferma, se recupera en un sanatorio cercano. Allí su curiosidad infantil y sus ansias por descubrir les llevan a conocer el universo mágico de los espíritus del bosque.
Miyazaki incide en su vertiente más poética, juntado de manera armoniosa el realismo de las pequeñas cosas cotidianas con un universo paralelo de magia y fantasía desboradante, en un relato de madura y serena profundidad, que fluye con asombrosa naturalidad. En Totoro están ya presentes todas las claves de su cine: la presencia de la naturaleza como fuerza espiritual, la empatía con el mundo infantil, la inspiración en la mitología y las tradiciones niponas y en autores europeos como Lewis Carroll o Julio Verne, lo fantástico como algo consustancial al mundo real, su preferencia por personajes femeninos expuestos a experiencias iniciáticas, una prodigiosa técnica de animación artesanal y el brillante (y desbordante en imaginación) diseño de personajes.
Puesto a escoger una escena de Mi vecino Totoro, una película que se instala con placer en nuestras retinas, me quedo con la de la larga y lluviosa espera nocturna en la parada de autobús. Una secuencia de impecable planificación, con reminiscencias a Hitchcock, de quien Miyazaki es acérrimo admirador. Una escena que está representada en el hermoso cartel de la película.

lunes, 1 de febrero de 2010

Dirigido por ... FRANK TASHLIN.







Frank Tashlin nace en New Jersey en 1913. Muy aficionado al cine desde pequeño y con un talento natural para el dibujo, a los 15 años consigue un puesto como "chico para todo" del dibujante Max Fleischer, y poco después como dibujante él mismo para series como Merrie Melodies (1933-35) y Looney Tunes (1942-45). Continúa su trayectoria como escritor de gags para Laurel y Hardy y los Hermanos Marx, entre otros, como director de continuidad en Walt Disney, productor ejecutivo de los dibujos Screen Pems, y desde 1944, como guionista en películas de ficción.
A partir de 1951 comienza a dirigir , al no quedar satisfecho de lo que otros hacían con sus guiones, y lo hace con The Lemon Drop Kird como correalizador aunque no acreditado. Su carrera como realizador no es demasiado larga, su última película, la floja Cerveza para todos, vehículo para el nefasto Bob Hope, esta fechada en 1968. Muere el 5 de mayo de 1972 con sólo 59 años.




En 1952 dirige las comedias The first time y El hijo del rostro pálido, secuela de El rostro pálido, ámbas con Bob Hope. Sus mejores películas son las que van de la 1ª mitad de los 50 a la 1ª mitad de los 60, años en los que Tashlin inyecta frescura a la comedia de Hollywood aplicando toda su experiencia de dibujante: audaces emplazamientos de cámara, ritmo desenfrenado, intenso colorido, gran utilización del gag, tendencia a la sátira.


Junto al gran cómico Jerry Lewis, Frank Tashlin filma algunos de sus mejores títulos. Cuando todavía forma pareja con Dean Martin les dirige en Artistas y modelos (1955) y Loco por Anita (1956), y ya con Jerry en solitario en Yo soy el padre y la madre (1958), Tú, Kimi y yo (1958), El Ceniciento (1960), ¿Qué me importa el dinero? (1962), Lío en los grandes almacenes (1963) y Caso clínico en la clínica (1964).

Con la rubia explosiva Jayne Mansfield rueda dos películas: The Girl can't help it (1956) con la presencia de leyendas del rock como Fats Domino, Little Richard y Gene Vincent, y Una mujer de cuidado (1957). Con la insulsa Doris Day filma un par de películas al final de su carrera, Una sirena sospechosa (1966) y Capricho (1967)

Aunque parte de su carrera está unida al genial Jerry Lewis, concretamente 8 películas juntos, a Frank Tashlin se le reconocen sus grandes aportaciones en la innovación de la comedia hollywoodiense. Su manera de transformar la realidad en alocado cartoon, sus magníficos gags extraídos directamente de los dibujos animados, acumulados escena tras escena, incluso superpuestos en una misma escena, liberados en fin, de estar siempre al servicio de la narración. En muchas de sus películas satiriza y denuncia, a su manera, el poder de los mass media, sobre todo la TV, pero también la publicida, las películas (¡incluyendo las suyas!). Su insistencia en satirizar la vulgaridad y la estupidez le hace ser acreedor de la etiqueta de "mal gusto" que comparte en esa época con Billy Wilder, cosa que le excluye de los altares de la crítica de su tiempo.

No obstante, cómo no, en Francia es apreciado y admirado desde el primer momento por los jóvenes de la Nouvelle Vague que aplauden sus innovaciones formales y le consideran un revolucionario. Uno de sus mayores admiradores es Jean-Luc Godard cuyas películas Une femme est une femme (1961), Vladimir et Rosa (1971) y Tout va bien (1972) comparten con Tashlin su gusto por la fragmentación, la exageración y el juego con los métodos narrativos.