sábado, 27 de febrero de 2010

Los sobornados (Fritz Lang, 1953)






Los años 40 significan la edad de oro del cine negro norteamericano: los antros donde se bebe mucho y se fuma mucho, las mujeres fatales, los sombreros y las gabardinas, los matones, los clubes nocturnos y las bailarinas, todo lo que caracterizó el cine en esta década, y que en los 50 apenas sobrevive.


Columbia había sido un estudio poco proclive al género que, salvo gloriosas escepciones, Gilda (1946), se decantó por otro tipo de películas. Curiosamente, en la década de los cincuenta cuando el cine negro estaba en declive, los estudios Columbia hicieron sus mejores aportaciones, introduciendo variantes significativas al cine negro clásico. Eran películas más masculinas, las sofisticadas femmes fatales de antaño daban paso a otro tipo de mujer más mundano. Sus temáticas eran más sociales, con tramas realistas, y la violencia se hacía más patente. Ya no había detectives privados, sino policías desencantados o funcionarios íntegros luchando contra la corrupción.


Los sobornados toma el punto de vista del sargento de policía Bannion (Glenn Ford) en su investigación por el suicidio de un compañero para adentrarse en un mundo de corrupción, sobornos y trafico de influencias, con un mafioso, Mike Lagana, manejando como marionetas a los centros de poder y dirigiendo desde la sombra el destino de una ciudad.

El film comienza con el montaje paralelo de la vida familiar de los Bannion y el elíptico suicidio de Duncan, el policía relacionado con la mafia local. En su periplo el sargento Bannion pierde a su mujer -asesinada por la explosión de una bomba en su coche- y su trabajo. Es una de las muestras de violencia extrema, una violencia que no se ve, que está fuera de campo, y eso la hace, si cabe, más efectiva, más sobrecogedora. Pero hay más: la célebre escena en la que el sicario Lee Marvin arroja café hirviendo al rostro de Gloria Grahame, complementaria a aquella en que la mujer hace lo mismo con el hombre que la ha desfigurado.

Todo ello sirve a Lang para establecer un enfrentamiento entre el individuo honesto contra una sociedad corrupta, pero ¡ojo! no hay héroes de una pieza. El personaje de Glenn Ford arrastra una ambigüedad muy langiana, el realizador está de su lado -obviamente- pero sin hacerse ilusiones. Es un hombre recto, pero también un negro ángel de la muerte. Gana en su cruzada contra la corrupción, pero ¿a qué precio?, con cuatro mujeres asesinadas a sus espaldas (las únicas víctimas de la trama)
Al final triunfa el bien y la ciudad queda limpia, pero la película deja un poso amargo, firmada por Fritz Lang, un ferviente, practicante y lúcido pesimista.

jueves, 25 de febrero de 2010

Atlantic City (Louis Malle, 1980)




A finales de los 70, Louis Malle estaba instalado en los U.S.A. y tras rodar en Hollywood "La pequeña" con la por entonces lolita Brooke Shields, filma "Atlantic City" con un Burt Lancaster en el último de sus grandes papeles, como el corredor de apuestas ilegales Lou, un gangster de medio pelo, que vive del recuerdo de pasados esplendores, cuado decía ser un pez gordo y se codeaba con Capone.

Mezcla de thriller de gángsters e historia de amor crepuscular en el ambiente de un centro turístico costero venido a menos, la película nos presenta la última oportunidad de Lou, en forma de una cantidad de cocaina robada, para vender, y una vecina (Susan Sarandon), aspirante a croupier de casino a la que el viejo espía desde su habitación (inolvidable la secuencia de inicio con Lou espiando a su vecina, que después de trabajar en la pescadería, lava sus pechos y brazos con limones)

Malle filma, con cercanía y comprensión hacia sus perdedores protagonistas, el abismo entre los sueños y la realidad sirviéndose del escenario de un parque de atracciones y una ciudad en pleno declive, como el personaje de Lou.

Destacar la interpretación de Burt Lancaster en estado de gracia (sería nominado al Oscar) y una Susan Sarandon (por aquel entonces pareja del director) que comenzaba y que también sería nominada aquel año por "Atlantic City".

Finalmente, la película cosecharía un gran éxito en la taquilla que además estuvo acompañado del respaldo crítico: León de oro en el Festival de Venecia y premio de la crítica estadounidensea la mejor película. De las cinco nominaciones al Oscar no obtuvo ningún premio.




lunes, 22 de febrero de 2010

Miradas: Claude Azoulay.


Claudia Cardinale, Saint-Germain des Pres, París, Septiembre, 1961.


Jean Seberg, Orleans, Agosto, 1957.


La familia Gainsbourg-Birkin en su casa de París, Septiembre, 1976.


Federico Fellini y Marcello Mastroianni en Cinecittà, Roma, Junio, 1962.



John Wayne y su hija Aissa, Honolulu, Junio, 1964.

Jean-Louis Trintignant, Anouk Aimée, Pierre Barouh y Claude Lelouch celebrando la Palma de Oro por Un hombre y una mujer, Cannes, Mayo, 1961.


François Truffaut y Jeanne Moreau reponiendo fuerzas en un momento de descanso durante el rodaje de Jules et Jim, Costa Azul francesa, Mayo, 1961.



Sidney Pollack y Robert Redford, Cannes, Mayo, 1972.




Frank Sinatra, dúo con canario, París, Septiembre, 1957.




Liz Taylor y Richard Burton, París, 1964.

Errol Flynn, Camerún, Marzo, 1958.



Kirk Douglas, Oregón, Septiembre, 1966.
Kirk Douglas, Robert Mitchum y Richard Widmark en un momento de relax durante el rodaje en Oregón de The Way West (Andrew McLaglen), Septiembre de 1966.

viernes, 19 de febrero de 2010

Turistas y viajeros.


El cielo protector (Bernardo Bertolucci, 1989)
  • Campbell Scott: Tal vez seamos los primeros turistas que llegan aquí después de la Guerra.

  • Debra Winger: Tanner, no somos turistas, somos viajeros.

  • Campbell Scott: ¿Y cual es la diferencia?

  • John Malkovich: Un turista es el que piensa en regresar a casa desde el mismo momento de su llegada, Tanner ...

  • Debra Winger: ... mientras que un viajero puede no regresar nunca.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Mitomanía en blanco y negro.


















-- El conjunto de turbante, top y pantalón corto blanco, absolutamente kitsch, que luce Lana Turner en El cartero siempre llama dos veces. Cora devoradora, imagen fetiche del cine negro.

-- Las medias de Viridiana deslizándose suavemente hasta descubrir los pies. Silvia Pinal sentada en el camastro bajo la atenta mirada de Fernando Rey. Fetichismo buñueliano de buena ley.

-- La boina de Peggy Cummins en El demonio de las armas. Mucho antes de Bonnie & Clyde Joseph H. Lewis creó desde la gloriosa serie B este sombrío noir de amores, atracos y armas.

















-- El jersey blanco de manga corta de Jean Seberg en A bout de souffle, con el rótulo de The New York Herald Tribune de la vendedora de prensa más chic de los Campos Elíseos. Y el cine se volvió moderno. Y las nuevas olas rompieron en viejos mares. Y me enamoré de Patricia.



-- Las medias rotas y los pantaloncitos de Silvana Mangano cosechando arroz en el Valle de Po. Exuberancia italiana. ¿Drama social? ¿Melodrama?
¡Qué piernas!




















-- Los guantes negros de Rita Hayworth en Gilda antes de recibir la bofetada del torvo Glenn Ford. Fuego en el cuerpo. Puro erotismo. Put the Blame on Mame cantaba la Rita ... Ya no se hacen películas como ésta.












-- La camiseta sudada de Marlon Brando en Un tranvía llamado deseo. Sube la temperatura en el Actor's Studio.





-- La gabardina de Robert Mitchum anudada a la cintura en Retorno al pasado. Uniforme oficial del antihéroe de cine negro. Vampiresas, el pasado que no cesa de llamar, la fatalidad, la negrura del destino ... Siempre te quedará Acapulco, Bob.


domingo, 14 de febrero de 2010

"Historias mínimas" y "Bombón, el perro". Dos películas de Carlos Sorín.



El argentino Carlos Sorín es un cineasta peculiar e intermitente. Con su primera película, titulada La película del rey le dan el León de Plata en la Mostra de Venecia de 1986. Recuerdo una lejano visionado de su segundo film, Sonrisas de New Jersey (1989), un film irregular que se resentía de su forzado planteamiento debido a ser una coproducción argentino-inglesa, en una época en la que las relaciones diplomáticas entre los dos países estaban rotas como consecuencia de la Guerra de las Malvinas: un dentista irlandes (¡¡¡Daniel Day-Lewis!!!) es contratado por la empresa Eversmile New Jersey para convencer a los habitantes de la Patagonia de la importancia de una buena higiene bucal.

En Historias mínimas, su tercera película, el paisaje de la solitaria Patagonia austral vuelve a ser omnipresente telón de fondo, un paisaje físico hecho de vientos, llanuras infinitas, rectas carreteras interminables ... Unas localizaciones que contribuyen, sin subrayados innecesarios, a definir y comprender el ser y estar de una pequeña comunidad. Tres personajes con un mismo objetivo, llegar a la ciudad de San Julián. Son, Justo, un anciano que quiere recuperar a su perro, huido hace tres años, para que le perdone por algo que hizo; Roberto -el único actor profesional de todo el elenco-, un vendedor infatigable que pretende seducir a una joven viuda llevándole una tarta sorpresa a su hijo en el día de su cumpleaños; María, la joven madre convocada por un cutre concurso en una cutre televisión local. Unos personajes -junto a los restantes tipos que les acompañan o se cruzan en su camino- que Sorín retrata con cercanía y ternura.Esas leves historias apenas entrecruzadas,tienen que ver con el viaje y la búsqueda, y su fluida narración tiene mucho de tragicómica. La ironía está presente en muchos momentos, pero en el fondo subyace una carga vitalista que hace de estas Historias mínimas un canto a la vida y a la solidaridad. Carlos Sorín consigue ser poético desde la sencillez más absoluta. Parece como si el guión no fuera más que acercarse a unas vidas, a una realidad, y dejarse llevar por ella.




Bombón, el perro (2004) puede verse como una continuación del espíritu que recorría Historias mínimas, aunque esta vez se trate de una única historia, bastante mínima también. A Sorín le atrae el cine que se desarrolla entre el documental y la ficción y no requiere de actores profesionales. Otra vez la Patagonia como marco y como personaje. Otra vez actores que no son actores y que se interpretan a sí mismos (Juan Villegas, el protagonista, trabaja en un garaje en la vida real). Otra vez ese universo en el que el drama vira hacia la comedia. Retratos de vidas anónimas hechos desde el cariño y la cercanía. Y además, un perro, un fantástico e inexpresivo dogo argentino que también se interpreta a sí mismo. De nuevo Carlos Sorín evita el sentimentalismo barato y apuesta por la ironía y una legítima ternura hacia sus personajes. Otra fábula poética hecha desde el más puro realismo.
Tras Bombón, el perro , Carlos Sorín ha estrenado otras dos películas, El camino de San Diego (2006) y La ventana (2009). Parece ser que su filmografía ha tomado carrerilla con el nuevo siglo. ¡Que siga la racha!

miércoles, 10 de febrero de 2010

Lizabeth Scott, femme fatale de Serie B.


Ha sido uno de los rostros más duros e inquietantes del cine negro hasta el punto de que algunas de sus películas se recuerdan tanto o más por ella que por su compañero masculino de reparto, aún cuando éste fuera el mismísimo Bogart.
Ese rostro, esa presencia, hicieron de ella una de las reinas indiscutibles del género en producciones de bajo presupuesto pero altas prestaciones.


Actriz nacida como Emma Matzo un 29 de septiembre de 1922 en Scranton (Pensilvania). Tras unos inicios en el teatro y trabajar como modelo en Nueva York, firmó un contrato con el productor Hal Wallis para debutar en 1945 con You Came Along dirigida por John Farrow.


Lizabeth Scott impuso en sus trabajos para el cine una expresión áspera y altiva, teñida de tristeza, lo cual unido a su sensual voz y a su rubia cabellera, la destinaron a papeles de vocalista de night club, aventurera y femme fatale.











Filmografía seleccionada:
1945 You Came Along (John Farrow)
1946 El extraño amor de Martha Ivers (Lewis Milestone)
1947 Callejón sin salida (John Cronwell)
1947 Desert Fury (Lewis Allen)
1948 Pitfall (André de Toth)
1948 I Walk Alone (Byron Haskin)
1949 Easy Living (Jacques Tourneur)
1950 Ciudad en sombras (William Dieterle)
1951 Two of a Kind (Henry Levin)
1951 El soborno (John Cromwell)
1952 Stolen Face (Terence Fisher)
1954 Filón de plata (Allan Dwan)