sábado, 30 de mayo de 2009

El bosque del luto (Naomi Kawase, 2007)







Un largo plano del viento moviendo los árboles y los campos de un verde resplandeciente. Por la derecha del encuadre vemos aparecer unos estandartes. Es un cortejo fúnebre que cruza parsimoniosamente el plano de lado a lado. El principio de El bosque del luto nos adentra en lo que nos vamos a encontrar a partir de entonces, un bello poema budista sobre la muerte y la ausencia. Cine contemplativo, poético, sensorial, no apto para públicos impacientes. Cine que requiere del espectador una actitud activa. Cine que necesita de todos los sentidos para ser disfrutado.



La película narra la historia de Machiko, una joven cuidadora en un centro geriátrico, y Shigeki, un anciano con demencia que allí es atendido. Son dos personajes muy diferentes pero que tienen en común un mismo sentimiento de tristeza y desamparo. Ella vive con el peso de la culpa por la muerte de su hijo. Él perdió a su mujer hace 33 años (en el budismo japonés en esa fecha las personas fallecidas abandonan la tierra para ascender al reino de Buda). Al principio la relación entre ambos es mala. Shigeki se muestra violento ante los acercamientos de Machiko que no consigue conectar con el viejo. Sólo con el juego, cuando los dos se comportan como niños, consiguen derribar los muros que les separan. En las geométricas plantaciones de té que rodean el centro juegan al escondite y corren en una hermosa secuencia que está representada en el precioso cartel de la película. Más adelante sus destinos se unirán definitivamente. En una salida en coche, el vehículo se avería en un camino rural. Mientras Machiko busca ayuda, Shigeki se interna en el bosque intentando encontrar la tumba de su mujer. Machiko no tiene más remedio que seguirlo.



Naomi Kawase, directora curtida en el documental utiliza un estilo visual que pone en primer plano una nerviosa cámara en mano que parece querer escrutarlo todo. Una cámara que se asombra ante el poder y la belleza de una naturaleza en estado puro. La utilización del sonido y el plano secuencia otorgan al film un ritmo interno en el que prima el elemento sensorial. El paisaje se convierte, en la odisea de Machiko y Shigeki por el bosque del luto, en un tercer personaje lleno de vitalidad. Los cuatro elementos de la naturaleza son los compañeros de viaje en la ascensión a la montaña del luto. El poder de esa naturaleza se manifiesta en la inutilidad que en el bosque tienen un par de elementos de la sociedad tecnológica: un móvil que no tiene cobertura, y un helicóptero que no vemos, sólo oimos, y que es incapaz de localizarlos en la espesura.
Hay en las fascinantes imágenes de El bosque del luto muchas otras cosas que, para el espectador de este lado del mundo poco conocedor de los ritos y las tradiciones japonesas, se nos escapan. Nos quedamos con la bella cadencia de las imágenes pero con la impresión de que tendríamos que escarbar la tierra como hace Shigeki en los últimos planos de la película, para poder ascender hasta la cima del bosque del luto.

1 comentario:

Dani Coll dijo...

Hola,

Jo també vaig veure aquest film i el vaig trobar força interessant. És cert que és una visió diferent a la nostra i que per això pot costar una mica captar-ne totalment el significat, però és una bona pel.lícula.

Salutacions.