martes, 30 de noviembre de 2010

Dirigido por ... Zhang Yimou (I). De Sorgo rojo a La joya de Shangai.


Zhang Yimou es hoy en día, uno de los cinesatas asiáticos más conocidos y reconocidos en el mundo. El director chino es visitante asiduo de los principales festivales internacionales: Cannes, Venecia, Berlín, en los que sus películas han obtenido varios galardones. Algunos de sus films también han sido nominados al Oscar a mejor película de habla no inglesa.
Su postura crítica hacia el régimen político chino le ha llevado a más de un conflicto con su gobierno. Las autoridades chinas se han movido entre dos polos: la censura y las prohibiciones (Semilla de crisantemo y La linterna roja lo fueron en su país), y por otro lado, un intento de explotar y aprovecharse del prestigio del cineasta conseguido en los festivales internacionales. En los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, él fue el encargado de las ceremonias (¡impresionantes!) de apertura y de clausura.
.
Zhang Yimou nació en 1950 y en su juventud padeció las consecuencias de la fatídica Revolución Cultural: cuando contaba 18 años tuvo que suspender sus estudios de secundaria y ponerse a trabajar en una granja, y más adelante como obrero en una hilandería.
Interesado por el Arte y la Fotografía, es rechazada su inscripción en el Instituto de Cine de Pekín al sobrepasar el límite de edad. Pero el joven Zhang no se arredra y alega que los años negros de la Revolución Cultural no deben ser tenidos en cuenta. Extrañamente, se acepta su reclamación y en 1988 Zhang Yimou se diploma como flamante director de fotografía, siendo enviado a trabajar a los estudios de su ciudad natal Xi'an.
Después de sus dos largometrajes como operador -El gran desfile y Tierra amarilla- para su compañero de generación, Chen Kaige, y otros trabajos poco conocidos fuera de su país, le llega la hora de su debut como director con Sorgo rojo (1988) con la que se llavaría, nada menos, que el Oso de Oro del Festival de Berlín.
Sorgo rojo viene a ser un esbozo de lo que deparará el cine posterior de Yimou y es también la primera de las colaboraciones con la gran Gong Li, la que será su musa y su compañera sentimental. Ju Dou, semilla de crisantemo (1990) es su siguiente propuesta, un melodrama sobre amores prohibidos en la China rural, rodado en interiores con un gusto impecable por la composición y el encuadre, y con un desbordante uso dramático del color -esas telas que ondean en la tintorería- que será marca de la casa. Esta especie de tragedia shakesperiana trasladada a un país y una época que todavía no había abandonado la era feudal, supone un importante salto cualitativo con respecto a su ópera prima y es su consagración a este lado del mundo, ahí es nada, nominada al Oscar y Espiga de Oro como mejor película en la Seminci de Valladolid.




Casi sin pausa, Yimou rueda La linterna roja (1991), su definitivo ascenso al Olimpo de los cineastas de moda (premio en Venecia: León de Plata, y Mejor Fotografía en Valladolid) y la decantación de un estilo inimitable que vuelve a incidir en la línea melodramática de sus anteriores trabajos. La trama discurre por entero entre los muros y estancias de un antiguo palacio chino y se convierten en la prolongación de los sentimientos de sus personajes. Impresionante la riqueza visual en texturas, colores, formas, encuadres. Impresionante Gong Li.
La linterna roja es un destilado de todas las virtudes atesoradas por Yimou hasta entonces, de su estilo, a la vez austero y pictórico, su tempo pausado, para retratar una dura historia sobre la dominación, sobre las apariencias y la realidad. Inolvidable la utilización dramática del color rojo por parte del director chino y la forma con que utiliza el paso de las estaciones para dar narratividad al relato.
Su filmografía prosigue a buen ritmo con Qiu Ju, una mujer china (1992) que supone en muchos aspectos una ruptura con su cine anterior, y la primera muestra de la versatilidad que demostrará el cineasta chino en su interés de no repetirse y buscar nuevos caminos. Es en primer lugar, un cambio de estilo. La película se alza como un documento de su tiempo, en dos planos, el frenesí de la ciudad (Yimou utilizó cámara oculta en la filmación de algunas escenas) opuesto a la calma del medio rural. El realismo es el fin. La sencillez y la espontaneidad el medio. Es también la primera vez que Zhang Yimou filma la China actual y es un cambio de registro en tanto que la comedia se desliza sutilmente por las imágenes de sus fotogramas: esa historia de Qiu Ju, una mujer terca que se obstina en conseguir una compensación legal por la patada con la que el alcalde del pueblo ha atentado contra la virilidad de su marido. Se mantiene como en las otras películas un punto de vista femenino, sus protagonistas son mujeres tenaces que luchan sin suerte en un mundo de hombres. Gong Li es Qiu Ju, muy alejada de los colores y adornos de La linterna roja . Embutida en gruesos ropajes que no ocultan su embarazo la actriz china vuelve a destacar en un papel en las antípodas de sus anteriores films con Yimou.
Su siguiente trabajo, ¡Vivir! (1994), aun no siendo una mala película, es una propuesta menos interesante, lastrada por un exceso de academicismo y por plegarse a los cánones del melodrama hollywoodiense. Es la historia de una familia china a lo largo de varias décadas del siglo XX, que atraviesan juntos todas las penalidades que son consecuencia de la moderna historia de China. El armazón narrativo, confrontar la historia individual con la Historia en mayúsculas, es algo mil veces visto. Hay una falta de riesgo que empaña algunos momentos aislados de gran belleza.
Su siguiente film, La joya de Shangai (1995), no consigue elevar el listón. En ella Zhang Yimou se adentra en el mundo de la mafia de Shangai de los años 30, pero a través de un personaje femenino, otra vez Gong Li, que acaba siendo víctima de su propia ambición. Al cineasta chino se le va algo la mano con un esteticismo vacuo. A su favor, una extraordinaia ambientación, el talento natural del director para el encuadre y un magnífico final, aunque nos quedamos con la sensación de que la película podría haber sido mejor.
.
(continuará)

jueves, 25 de noviembre de 2010

The Grandmasters, lo próximo de Wong Kar-wai.


.
.
Quien haya visto "Ashes of time" sabrá que Wong Kar Wai es algo más que un director de melodramas ultrapoéticos. Las artes marciales son otra de las prioridades del creador de "Happy together" y a ellas ha vuelto a su biopic sobre Bruce Lee. Sí, así es. Wong Kar Wai ha dirigido un particular biopic sobre Bruce Lee cuyo título definitivo es "The Grandmasters" y sus definitivos posters internacionales también están ya listos...
"The Grandmasters" se desarrolla en la década de los 50, unos años en los que Bruce Lee aprendió la gran mayoría de sus técnicas de la mano de un maestro del karate que estará encarnado por uno de los actores fetiches de Wong Kar Wai, se trata de Tony Leung ("In the mood for love" y "Happy together"). El papel de Bruce Lee ha ido a parar a Chen Chang ("Tigre y dragón", "Red Cliff" y "2046"). El trío de grandes actores lo completa Zhang Ziyi ("Memorias de una Geisha").
Un biopic que empezó a idearse hace unos cuantos años y que entre otros imprevistos sufrió uno clave en el 2004, justo antes de comenzar su rodaje. Su musa principal, Tony Leung, sufrió un aparatoso accidente esquiando que le mantuvo fuera de circulación seis meses. Contra viento y marea este mismo año se puso de nuevo el proyecto en marcha encontrando, como no, nuevas dificultades. Los escándalos de Zhang Ziyi, el mal tiempo en Guangdong (donde se rueda la película), y una nueva lesión de Leung mientras entrenaba para el papel parecía complicarlo todo aún más si cabe...sin embargo, el que parecia el proyecto maldito de Wong Kar Wai cada vez esta mas cerca de ver la luz. Comienza a promocionarse y ya lo hace con nuevos y definitivos posters internacionales.
La película se espera para el Festival de Cannes 2011....¿Llegará?
Joan Sala (filmin)
.
.
.

lunes, 22 de noviembre de 2010

viernes, 19 de noviembre de 2010

Lady Chatterley (Pascale Ferran, 2006)



D. H. Lawrence escribió tres versiones de El amante de Lady Chatterley. La más conocida, la que lleva dicho título, es la tercera, y la que su autor consideró como definitiva. El método de trabajo del escritor era cuanto menos, curioso. Entre una versión y otra dejaba reposar el manuscrito varios meses. Cuando volvía a hacer la siguiente, no partía de la anterior para hacer modificaciones, sino que escribía íntegramente una 2ª versión y luego una 3ª con una trama, unas situaciones y unos personajes comunes, pero nada era exactamente igual, hay bastantes diferencias entre ellas en el número de páginas. Finalmente estamos ante tres obras autónomas y coherentes de la primera a la última página.


.Pascale Ferran adapta en Lady Chatterley la segunda de las novelas de Lawrence, la que editó Gallimard con el título de Lady Chatterley y el hombre de los bosques. Esta versión es la más reducida de las tres y la más simple y frontal en cuanto al tema, centrándose en la relación entre Constance y Parkin.
En su traslación a la pantalla, la directora francesa descarta jugar a la baza del melodrama - el amor contra la sociedad- y en la sobriedad y sutileza de sus imágenes apenas hay lugar para la oposición, y menos aún para el drama. En cuanto a la otra característica con la que siempre se asocia la novela de D. H. Lawrence, el erotismo, la película de Ferran se mueve a contracorriente: ni lo representa al modo típico y tópico con música supuestamente romántica, fundidos y ralentís, ni tampoco se acerca al modelo más reciente, el de mostrar el deseo como una pulsión animal más allá de las convenciones. En los seis encuentros entre Connie, Lady Chatterley, y el guardabosques Parkin hay ternura, hay conocimiento propio y conocimiento progresivo del otro, hay descubrimiento y aprendizaje, y sobrevolando sobre todo ello está una cierta incomodidad provocada por las diferencias de clase. Pero la directora francesa no pretende disertar sobre sexo y relaciones de clase. Más bien se trata de contarnos un proceso de pérdida de la inocencia y de aprendizaje conducido por la curiosidad y el asombro, que acaba transformándose en intimidad y química sexual y amorosa. El deseo se convierte en la puerta que conduce a Constance a descubrirse a sí misma y a descubrir la vida, como esa verja que separa el jardín de la mansión de la zona del bosque y que, cuando Lady Chatterley la cruza se siente parte de esa salvaje naturaleza, y se siente viva.



Pascale Ferran otorga a la naturaleza un papel omnipresente en el relato y su puesta en escena. Está allí, cambiante como los amantes, es un elemento que le sirve para mostrar el paso del tiempo. La belleza de las flores, los árboles, el cielo, el agua que corre, la voluptuosidad de la naturaleza está filmada con delectación y asombro ante los ojos de Connie, que se corresponden con los del espectador. La bella escena del descubrimiento del cuerpo semidesnudo del guardabosques lavándose junto a la cabaña frente a la azorada mirada de Lady Chatterley, es la de un hombre que forma parte de su medio natural, que está inmerso en él como parte de una soledad construida a conciencia. Todo sucede entre esos dos mundos que habita Constance, la mansión y la cabaña. Entre esos dos espacios, el bosque, lugar de tránsito, de la razón a la emoción, camino de liberación y de transformación. Y en ese espacio en el que la naturaleza reina en todo su esplendor, sus sonidos son parte fundamental. Queda para el recuerdo la escena de la tormenta, con los dos cuerpos desnudos persiguiéndose, y la cámara a ellos de manera vertiginosa, en una secuencia en la que Pascale Ferran parece estar rindiendo tributo a los impresionistas franceses.
Es Lady Chatterley un relato de iniciación y descubrimiento, de cómo el deseo viaja hasta el amor, contado con los elementos justos -tal vez chirría una voz en off que aparece de vez en cuando sin venir a cuento- y con un ritmo minucioso en el que los silencios tienen tanta importancia como las palabras.
.
.
.
.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Rostros.

Son grandes actores, gente que engrandece con su trabajo películas, que a veces, les desmerecen. Es raro verlos encabezando el cartel, pero también tienen sus momentos de gloria. Son profesionales -como en aquella película de Richard Brooks-, profesionales del cine, rostros curtidos en el cine indie, en las producciones de los grandes estudios, en el cine de autor o en el telefilm de sobremesa. Son caras más o menos conocidas, que podrían pasar inadvertidas en cualquier ciudad del mundo. No son grandes estrellas ni saldrán nunca en la portada del Fotogramas. Para disfrutar en su totalidad de su trabajo, imprescindible escuchar su propia voz, en V.O.


CHRIS COOPER




DANNY HUSTON



DAVID STRATHAIRN




ED HARRIS





ELIAS KOTEAS





JOHN GOODMAN





JOHN C. REILLY





JOHN TURTURRO





MICHAEL MADSEN




PHILIP SEYMOUR HOFFMAN




RAY WINSTONE



RICHARD JENKINS




TOM WILKINSON




WILLIAM H. MACY







lunes, 15 de noviembre de 2010

La dignidad del verdugo.


El verdugo (Luis García Berlanga, 1963)
.
.
.
-- Pepe Isbert: Siempre la misma historia. Somos incomprendidos. El tío, dándome el reloj me dijo: "maestro...
-- Empleado de la funeraria: ... pero, ¿ya sentado en la silla y con los hierros en el... ?
-- Pepe Isbert: Sí, aguarde, ... maestro, me dijo, tome un recuerdo, y perdone que haya tenido que molestarle a estas horas.
.
.
(...)
.
.
--Pepe Isbert: Me hacen reir los que dicen que el garrote es inhumano. ¿Qué es mejor, la guillotina? Usted cree que hay derecho a enterrar a un hombre hecho pedazos.
-- Nino Manfredi: No, yo de eso no entiendo.
--Pepe Isbert: Porque usted es un hombre de bien. Hace falta respetar al ajusticiado, ¡que bastante desgracia tiene!
.
.
.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Ludivine Sagnier, ¿la nueva Huppert?


Nacida en 1979, Ludivine Sagnier es ya toda una veterana en esto del cine. Con sólo 10 años ya estuvo en Je veux rentrer la maison (1989) de Alain Resnais, y con 11, se la veía al lado de Gerard Depardieu en Cyrano de Bergerac (1990). Realiza estudios en el Conservatorio de Arte Dramático de Versalles. Pero lo suyo no es vocación. Al principio no tiene claro que quiera ser actriz. Pero poco a poco se va metiendo. Cuando tiene 16 años comienza a hacer teatro y se siente cada vez más a gusto en el escenario, le divierte. Actúa en varios cortometrajes. El director François Ozon la ve en uno de ellos y se queda con su nombre. Le llama y le da su primer papel importante. Es en Gotas de agua sobre piedras calientes (1999), basada en una obra tetral de Fassbinder. Ozon sabe captar su lado sensual y lolitesco y ya no le perderá la pista.



Volveran a trabajar juntos en 8 mujeres (2002) y Swimming Pool (2003). La primera es un whodunit musical en la que Ludivine comparte decorados con varias actrices de distintas generaciones que son historia viva del cine francés, ahí es nada: Catherine Deneuve, Danielle Darrieux, Fanny Ardant, Isabelle Huppert, Emmanuelle Béart y Virginie Ledoyen. Swimming Pool la convierte en un símbolo sexual, al menos en su país. Gran parte de la película la pasa Ludivine luciendo tipo en bikini en la piscina, cuando no mostrando sus espléndidos pechos. La película contrapone a dos mujeres totalmente diferentes. La Sagnier es Julie, una chica sexy, instintiva, a la vez salvaje e ingenua. Charlotte Rampling , es Sarah, una escritora cerebral y rígida. Esa relación le sirve a Ozon para evocar a la vez una relación madre/hija y la de actriz veterana / actriz debutante.



Tras Swimming Pool le llueven los proyectos en los que abundan sus escenas con escasa ropa. Ella prefiere probar otros rumbos, como el musical Les chansons d'amour (Christophe Honoré, 2007). Claude Chabrol se fija en ella cuando interpreta a Campanilla en Peter Pan (P.J. Hogan, 2003) y le ofrece un papel a medida en Una chica cortada en dos (2007). "Tú que has interpretado a Campanilla sabes lo que significa estar radiante y luchar contra viejos piratas y eso es vital para este personaje" le explicó el director recientemente fallecido. A Ludivine le intimidaba al principio el trabajar con Chabrol, ella que venía del universo de François Ozon, admirador confeso chabroliano. La película es otra de las reflexiones del cineasta francés sobre el mundo de las apariencias y la hipocresía, sobre la falsedad que anida en nuestra sociedad. Ludivine Sagnier acapara casi todos los planos del film. Y es que a Chabrol siempre le han parecido más interesantes los personajes femeninos.



Dice Ludivine que querría llegar a ser como Isabelle Huppert, Catherine Deneuve o Jeanne Moreau, cuya filmografía es puro coleccionismo de grandes directores. Su sueño es envejecer como ellas. Todavía es demasiado pronto, pero está en el camino.